
Entonces, empezó esta especie de drama victoriano que tengo que resolver de manera más o menos rápida, y después de mirar mi panorama, las opciones son dos, y no sé cuál me gusta menos.
La número uno es ir con un buen amigo, con quien en el pasado tuve una mini historia pero que al final los dos retrocedimos hasta el bastión estratégico de la amistad a toda prueba, tanto así que vivió un tiempo en mi departamento mientras buscaba uno para él, y posteriormente, en el mismo piso de mi edificio. Es medianamente guapo, soltero, tiene lindo auto, pero baila más o menos nomás.
Todo lo anterior no me importaría en absoluto si mi amigo que se casa no fuera uno de los amigos de mi ex pololo (sí, ese que me destrozó la vida por un rato), y a la ceremonia no fueran a asistir varios de sus otros amigos, que por supuesto deben decir “oye, era bien estupenda y simpática la Bárbara, mira lo linda que se ve y el galancete con el que vino”. Por suerte el sujeto en cuestión no está invitado, así que solo me queda cubrir el tema de los amigos, y el tema del baile.
La opción número dos me gusta menos que la uno, pero desde el punto de vista de las comunicaciones –en el que laboralmente me dedico a asesorar a otros- es el mejor: más o menos guapo, soltero, lindo auto, baila in-cre-í-ble. El problema es que es amigo de una compañera de la U y con él también tuve un inicio de historia, pero culminó cuando yo decidí que era mejor hacerse la loca en lugar de entrar a dar explicaciones de por qué no quería salir más con él (OK, lo asumo, un puntito de karma negativo para mí).
El punto es que a este sujeto, al que denominaremos Dancing King para proteger su identidad, hace un rato anda con conversaciones por MSN invitándome a un trago, un happy hour, un café y una salida a bailar…y temo que esta invitación sea mal entendida como un “sí, acepto”. El problema es que si lo miro desde fuera, creo que es la mejor opción.
Por otro lado, me da susto que mi opción número uno –a quien ya hemos nominado como Prometeo en otras entradas de este insigne blog- termine siendo mi acompañante sempiterno a los matrimonios, y después se convierta en el pololo no declarado y en el marido por conveniencia -claro, los dos amigos que se casan sobre los cuarenta años porque están solos y no hay otra opción- y con el que tendré hijos feos (dicen que sin amor salen fatales), pero hijos al fin y al cabo.
OK, sé que le puse mucho a este último párrafo, pero de todos modos, me complica la situación. En todo caso, el fin de semana tengo un asado con mi amiga y es muy probable que también asista Dancing King, así que veremos cómo se aspecta la cosa antes de tomar una decisión.