
No estaba fea cuando estuve con él, pero ahora soy la versión 2.0 de esa Bárbara: más flaca, más grande, más empoderada de mi vida. Pensaba en eso mientras me miraba al espejo, en la cara que iba a poner, pese a que ya me había visto algo arreglada, pero el cumpleaños de la Sol no era lo mismo que juntarse solos, a recomponer la amistad y tomarse un café. Eso ameritaba mi mejor vestido, mi mejor cara y mi mejor peinado. Porque claro, una cosa es que quiera ser su amiga, pero otra eran esos 3.5 segundos en los que no iba a poder disimular la cara de sorpresa al verme tan linda.
En el café
-Tan seria que vienes!-me dijo saltando de no sé que parte, mientras yo lo buscaba con la mirada, pensando que aún no había llegado
-Hola, como te va?
-Bien y a tí?- Me dijo con esa cara en la que pensé mientras me arreglaba frente al espejo, dándose cuenta de lo linda que me veía.
-Bien también, vamos a buscar una mesa .
Nos sentamos, y para calentar motores, hablamos de la vida, de su documental, de los festivales al que iba a enviarlos y de sus proyectos.
Básicamente, el consejo que quería pedirme era respecto del talento y la vocación. Necesitaba que alguien en quien pudiera confiar-según me dijo- le diera una opinión acerca del rumbo que estaba tomando su vida, y aunque yo creí que sólo podía aportar con cosas de perogrullo pero de las que estoy convencida, como decirle que tenía talento, que iba a llegar lejos y que siguiera así, fue algo importante para él.
Me dijo que estaba contento de la buena onda, de la posibilidad de conversar esas cosas conmigo y de la cercanía.
El abrazo
Después de las declaraciones de fe respecto del talento y la amistad, vino el abrazo de rigor. Al soltarnos, sentí que me miró un poquito hacia abajo, con una cara que conozco muy bien.
-No- le dije sabiendo que la idea de besarme había cruzado por su cabeza- Ahora los dos estamos en otra, cierto?
-Sí, perdona- Me dijo como avergonzado.
-No, no te preocupes. Sólo quiero que eso quede muy claro, porque a mí de verdad me interesa que seamos amigos.
-Tienes toda la razón, a mí también- me dijo
En el paradero
Mientras caminábamos, después de haber conversado de nuestra separación, de mis planes académicos y de viajes, y de haber pagado la cuenta a medias, sentí que todo estaba bien.
Sentí que habíamos superado el punto de inflexión romántico en este nuevo reencuentro, quedado claros respecto a lo que venía, y que respecto a nuestra separación habíamos consensuado la versión oficial: los dos queríamos un tipo de relación de pareja que el otro no quería.
Además, ya había recibido la invitación oficial para el estreno del famoso documental en un festival de cortometrajes de Santiago.
Por eso, parados en la Alameda, esperando la micro, me sentí en paz con él. Y ese es un muy buen sentimiento.