jueves, 26 de abril de 2007

¿Dónde están?

¿Dónde están los hombres decentes, los que tienen las cosas claras en la vida, y que son seguros de sí mismos? ¿dónde están los que pasados los 26 o 27 años ya han terminado en la universidad, tiene un trabajo que les gusta y saben más o menos lo que quieren de la vida?¿Dónde se escondieron los hombres que leen, que van al cine y que aprecian esas instancias de distracción y cultura?¿Dónde están secuestrados los hombres con buena ortografía, con temas interesantes de conversación y que sepan cómo acercarse a una mujer sin portarse como un quinceañero obsesivo?¿Dónde carretean los hombres que toman pero que no se curan hasta quedar botados, que no hacen escándalos ni andan dando jugo, y que no terminan siendo la carga obligada para los amigos sobrios?¿Dónde están los hombres cultos, que les guste viajar, conocer el mundo y ver realidades distintas?¿Los habrán secuestrado las FARC para pedir rescate, estarán en Guantánamo –EEUU lleva siempre allá a la gente equivocada- o se habrán perdido con los nuevos recorridos del Transantiago? Si alguien sabe, que por favor me avise!

martes, 24 de abril de 2007

Cambio de temporada: El ciclo karmático de los pre-embalados

Antes de empezar, algo de historia: hace un año cerré uno de los períodos más raros de mi vida sentimental. Lo bauticé, en un ataque de bueno humor, como “Los días F Freakies”, como "Los días R Ripley", pero en versión bizarra. Esto, debido a que sólo me encontraba con hombres con trastornos de personalidad, dudosas militancias en partidos políticos con actividades subversivas armadas, o historias turbias y omnipresentes con alguna ex, vale decir, puros tipos freak. Lo peor de esto es que no exagero: estos ejemplares llegaban y llegaban a mi vida, superando la estadística de una amiga que dice que cada tres tipos que uno conoce, uno es un freak. Por suerte, no pesqué a ninguno y con entereza pude resistir aquél ciclo karmático que no fue precisamente corto.
Lo malo es que todo indica que se viene otro ciclo, al que bautizaré como “Los pre-embalados”. Tal como existe la comida pre-cocinada, el arroz pre-graneado y los envases pre-picados, hay un tipo de hombre al que he bautizado los pre-embalados, que son esos que vienen enamorados de antemano, y que no bien una les da un beso, o sales con ellos, o conversas un rato, ya están entusiasmados, declarando poco menos que una es la mujer de su vida.
Ya va un par de ejemplares de estos en mi vida, los que han aparecido en tropel, muy recientemente.
El primero es un compañero de mi magíster, que después de un par de conversaciones y algo de charla por Messenger, declaró que yo le gustaba y que quería pololear conmigo. Todo muy en broma, pero la broma tiene un sustrato de verdad.
El segundo es un chico al que conocí hace poco en una fiesta, y que me ha llamado 6 veces desde el sábado pasado. Incluso hoy le dije que no me llamara en horas laborales, porque justo estoy en medio de un período de harta pega.
El otro es uno de quien ya hablé, un colega al que frecuento por pega, y que pasará a la posteridad como el señor "hola, te llamo a la 1 de la mañana, ebrio, para decirte que te veías linda y que no he podido dejar de pensar en tí". Mal enfocado.
¿Será que se inicia un nuevo ciclo karmático en mi vida?¿Será que soy yo la regodeona, y que no valoro el interés sincero y rápido demostrado hacia mí por alguien del sexo opuesto? ¿O es que simplemente no me he encontrado con uno que me mueva el piso?

miércoles, 18 de abril de 2007

¿La bruja de la serie?

-Ay, pero como te enojas por eso
-Lo que pasa es que soy una bruja, una bruja asquerosa, jajaja
-¿Así que una bruja, ah? Y eso que me caías tan bien….
-Sí, soy una bruja terrible, me cuesta nada ponerme a brujear por cualquier cosa!
-A ver – me dijo mi compañero de trabajo tomando su celular – Vamos a llamar a todos tus ex pololos para preguntarles si es verdad…
Una conversación tan tonta y tan en broma como esta, de repente me hizo clic sobre varias cosas.
Si la hipotética amenaza se hubiera llevado a cabo, de seguro un par de ex hubieran dicho que yo era efectivamente una bruja, mala y de corazón frío como el mejor conservado de los glaciares del Sur de Chile. De hecho, tengo plenamente identificados a los que hubieran dado esa respuesta. Pero otros habrían dicho que soy una buena persona, cariñosa y preocupada.
Y me puse a pensar en qué radicaba la diferencia, y por qué uno, que cree ser siempre una misma persona, es recordado por otros de maneras tan disímiles.
Y llegué a la conclusión que uno pasa por la vida de la gente como los invitados especiales a las series de TV. Uno llega a algo hecho, armado previamente, y las circunstancias que se van dando hacen el libreto: hay capítulos en los que a uno no le queda más que ser la mala, que terminar las relaciones, que dar señales de que la cosa va mal. Incluso a veces no queda otra que mandarse a cambiar sin dar ninguna explicación.
Pero también hay capítulos de otras series donde somos los buenos, los bondadosos, los que entregan todo, los amables. A veces también somos las víctimas, los engañados.
Todo depende de la serie. Todo depende del contexto que se vaya tejiendo en la relación, ya que no sólo importa el carácter de las dos personas que están juntas, sino las circunstancias que viven, las cosas que pasan juntos y la voluntad que tienen para continuar (o no) juntos.
Todos hemos tenido un par de villanos en nuestra propia serie de TV, y personajes geniales, nobles y maravillosos. Pero también, todos hemos sido ambos.
Cómo nos recuerden, o cómo recordemos nosotros, no va a ser más que la combinatoria ente la persona y las circunstancias, entre la serie y el libreto, y por eso, una misma persona, al igual que un actor, puede aparecer de villano en una serie, y de personaje maravilloso en otra.

lunes, 16 de abril de 2007

Na` que ver!

A veces pasa que uno envía señales que son interceptadas por las personas equivocadas. Me pasa justo ahora, que se han interesado en mí dos personas a las que jamás de los jamases yo miraría.
El primero, un colega que trabaja de RRPP en una entidad gubernamental (no daremos más señas) y a quien conocí por trabajo y que nos hemos seguido viendo por el mismo tema. Es casado, con atados en su matrimonio y una pinta medio IntiIllimaniesca, para que cachen el concepto: Nada más lejano a mi gusto que ese dejo de trova, vino navegado y charangos altiplánicos.
El viernes tuvimos una reunión y almorzamos juntos, pero tuvo que irse rápidamente porque lo llamaron urgente. Ese mismo día figuraba en una fiesta de disfraces de una de mis mejores amigas, cuando tipo 1 de la mañana suena mi celular
-Aló
-Aló Bárbara (El sujeto, con la lengua audiblemente traposa)
-Hola, como estás….(con voz de “¿por que me llamas a esta hora, y más encima ebrio?”)
-Perdona la hora, pero quería decirte que estuve pensando todo el día en ti, me quedaste dando vueltas en la cabeza, te veías super bonita hoy, y como no te dije, te lo digo ahora
-Oye, tómate un café, o acuéstate, porque estás un tanto ebrio...
-Sí, es verdad, pero igual pensé todo el día en ti
-Ya, anda a acostarte, chao
-Chao
Na`que ver!
El sujeto número dos es un compañero de mi magíster, de esos tipos que todavía viven como si estuvieran en la U aunque salieron hace siglos, y que se toman la vida con la filosofía de “voy donde el viento me lleve”. En fin. Hace tiempo me habla insistentemente por MSN, me llama para hablar de la vida (Este fin de semana lo hizo dos veces), y en clases trata de sentarse cerca de mí. Resulta que por motivos académicos, debíamos ver una película, y yo que tengo vocación de organizadora innata, armé un panorama de domingo en la tarde en mi casa, para compartir con los demás viendo la película. Cuento corto, y por razones diversas, sólo llegó este sujeto. Y ahí figurábamos los dos solos en mi casa, viendo la película que a ratos parecía una Soft Porn, sentados uno al lado del otro. ¡qué incómodo!
Lo peor fue que en un momento yo me incliné hacia delante, y pude ver por el rabillo del ojo cómo extendía su brazo por el respaldo, para que si yo me volvía hacia atrás, él quedara abrazándome. Na`que ver!
Así que me levanté al baño, y tan pronto apareció la primera línea de los créditos en la pantalla, le dije que estaba cansada y que me quería acostar, para que se fuera.
Parece que estoy volviendo a mi sino de encontrarme con puros pasteles, que mueren por mí, y a los que no voy a pescar, porque una cosa es querer estar acompañada, y otra muy distinta es estar acompañada de cualquiera.
Eso sí, y aunque vivo en Plaza Italia, no me sirven todas las micros.

jueves, 12 de abril de 2007

¿Con qué soñarán los perros?

Para los que no me conocen, soy férrea amante de los animales. Me conmueven mucho más que varias personas que conozco, y siempre lloro en las películas donde les pasa algo. Puede morir gente, niñitos incluso, pero si se muere un animal, les juro que me afecta.
En fin, ayer iba camino a mis clases, cuando me subí a una micro del Transantiago, ejercicio que casi nunca hago, porque tengo la suerte de vivir a 5 caminables cuadras de mi trabajo.
Pasé la bip, entré a la micro y fui a sentarme frente a una puerta, cuando quedé sorprendida: arrimado a la pared de la micro, debajo de uno de los asientos, y despreocupadamente echado sobre su costado, dormía un perro. Tenía aspecto de ser de la calle, un poco desaliñado y flaco. En algún momento fue blanco, pero estaba de un color gris tierra. Yo estaba muy sorprendida, y antes de sentarme miré si había alguien cerca con cara de “sí, ese es mi perro”, pero no. Estaba solito.
Me senté a su lado y le hice cariño, a riesgo de pegarme la tiña o algo parecido, pero el perro no despertaba, aunque constaté que respiraba lenta y profundamente, como sumido en un buen sueño de perro. ¿Con qué soñarán los perros?
Iba pensando en eso, cuando tuve que bajarme. Le dediqué una última mirada a la micro, y pensé en que ojalá el perrito despertara antes de llegar a su paradero.

miércoles, 11 de abril de 2007

A fuego lento

Esta reflexión nació de la trivialidad más mínima que puedan imaginarse: la crisis matrimonial de Angelina Jolie y Brad Pitt. La prensa rosa ha festinado con esto, diciendo que ellos ya no están juntos, porque pese a que se aman, se acabó la atracción sexual. Incluso uno de los “amigos cercanos” de la pareja (frase tan típica usada por mis colegas para publicar rumores de pasillo) dijo que todo se debía a que la relación de ellos había empezado muy rápido, y se había basado en un comienzo en la parte sexual.
Y reflexionando al respecto, me di cuenta de que es bastante común eso, igual que en la cocina: cuando uno pone el fuego demasiado alto, el guiso se quema al poco rato.
Mi experiencia avala esta reflexión: Tengo un magíster en iniciar relaciones a la velocidad de la luz, un doctorado en amores rápidos e intensos y un PhD en desengaños a poco andar. No me quejo de mi modus operandi en lo romántico, sino que constato que probablemente, si uno se diera más tiempo para salir con alguien, conocerlo mejor, alargando esa etapa que pasados los 25 nos interesa tan poco, ya que nos volvemos más concretos, obtendríamos relaciones más firmes.
Uno busca que la cosa funcione rápido, que el romance cuaje, que las cosas se vayan dando, y así, no nos damos ni cuenta cuando antes del “mes de garantía” estamos amaneciendo con el susodicho al lado, o cuando estamos diciéndole “mi amor”. O peor aún, cuando uno inicia la ronda de presentaciones sociales y se sorprende de la cara que ponen los amigos cuando escuchan el clásico "llevamos dos semanas, pero es como nos conociéramos de toda la vida".
Parece que es verdad entonces, que a “fuego lento” se logran mejores resultados. Intentaré recordar esto la próxima vez que conozca a alguien y que me encante luego de los 10 primeros minutos de conversación.

lunes, 9 de abril de 2007

Hojas de otoño

Me encanta el invierno, la ropa abrigada, las bufandas, los abrigos, y las caminatas por el Parque Forestal pisando las hojas secas sobre el suelo, con las manos frías.
El invierno es elegante: es imposible verse mal con un buen abrigo y unas botas largas, como de jinete. Por eso, cada vez que una nube cubre el sol, hurgo en mi guardarropa invernal, desproporcionadamente grande para un país de clima mediterráneo con estación seca prolongada, y saco alguna bufanda, un chaleco y un abrigo o parka.
Este clima me provoca caminar por la ciudad. A veces hago el ejercicio de caminar por calles que no conozco, por las que nunca he andado, y paseo lentamente mirando las fachadas, sintiendo el viento helado en la cara.
En esta época también me dan ganas de estar acompañada. Aún no se me pasan esas ganas que me rondan desde mi cumpleaños, de estabilidad y de pareja, aunque por suerte no van acompañadas de sentimientos tristes.
Si las cosas no se han dado, por Aiwa será. La semana pasada salí con alguien que me hacía mucha ilusión, pero que luego de hablar cinco minutos con él me pareció una lata, y pese a estar en la mitad de la cena, sólo quería pedir la cuenta y correr a mi casa.
Es curioso cómo puede menguar el interés por alguien luego de 5 minutos de conversación. Esto me ha pasado varias veces en el último tiempo, y aunque mis amigas sostienen que se está convirtiendo en una conducta sistemática, yo creo más bien que es tan simple como que no me he encontrado con nadie que me mueva el piso, así que simplemente me abrocho el abrigo, me acomodo bien la bufanda y sigo caminado por entre las hojas del Otoño que preceden al Invierno en el Forestal. Total, si no llega, tampoco es malo caminar sola.

jueves, 5 de abril de 2007

El guapo-guapo v/s el feo con onda

Hace poco, conversábamos con dos amigas acerca del hombre más guapo con el que habíamos andado (un tema profundísimo, como podrán darse cuenta). Pues bien, todas nos dimos cuenta de que nunca habíamos estado con alguien guapo-guapo, sólo más o menos, o derechamente poco atractivos en el ámbito físico.
Me merezco una mención honrosa: siempre mis pololos o parejas han sido lo que se conoce como el feo interesante, vale decir, el tipo cuyos atractivos no están en lo físico (y pueden avalarlo con creces mis amigas) sino que en lo intelectual: para mí, no hay nada más sexy que un hombre inteligente, con tema de conversación, con interés por las cosas.
Y bueno, nos dimos cuenta que por eso mismo, uno desconfía un poco de los guapos-guapos, que se saben regios, y que creen que no necesitan nada más que su regiez para conquistar a alguien. Me explico: estos hombres piensan que sólo por tener una facha increíble pueden obviar los esfuerzos intelectuales y de otra índole cuando alguien les gusta, y simplemente confían en que la elegida caerá a sus pies por su facha y no por sus esfuerzos de conquista.
Por eso, los feos con onda la llevan, pues como saben que el físico no es su fuerte, potencian otras facetas, como el intelecto, la personalidad o la simpatía, cosas que a nosotras nos enganchan más que una cara bonita o un buen trasero.
Por ejemplo, con las mismas amigas con las que hablaba de esto, veníamos el viernes del cine con dirección a mi casa, y delante de nosotras caminaba un tipo. Flacuchento y con pinta de universitario, por lo que no reparamos mucho en él, hasta que en un semáforo en rojo, se agachó a acariciar a un perrito vagabundo…¡Y nos mató! Después de eso, el perro lo siguió por cuadras, igual que nosotras, que quedamos completamente derretidas ante su gesto de ternura.
Lo mismo pasa cuando uno ve a alguien no muy atractivo de lejos, y después, al acercarse a hablar, se da cuenta de que es un tipo interesante, con cuento, con el que se puede tener una conversación medianamente inteligente por más de 5 minutos: Los bonos le suben un 100%.
En este punto es donde reflexiono: ¿Los hombres pensarán lo mismo? Puede que no todos, pero sí creo que la mayoría o gran parte de ellos las prefiere al revés, y se fija más en la parte física que en la personalidad, simpatía, inteligencia o carácter de la susodicha.

martes, 3 de abril de 2007

Abrazo masculino

Acabo de constatar que estas cosas no me pasan sólo a mí, y por lo mismo, me imagino que extrapolando, a los hombres puede que les pase algo similar.
Una amiga me comentó que tenía ganas de un abrazo masculino, y de repente, se me vinieron a la cabeza todas esas veces en las que yo he tenido esas mismas ganas, de hecho, no hace mucho.
Pese a que mi última algo-así-como-una-relación fue hace poco tiempo, he experimentado esos deseos de un abrazo de alguien más fuerte y grande que yo, que me contenga y que me conforte a la vez.
Por suerte, esas ganas no van acompañadas de estados de tristeza, de depresiones, ni de tardes escuchando música melancólica y recordando a mis ex, porque la verdad soy muy mala para deprimirme, pero de todos modos, es un sentimiento que va y vuelve cada cierto tiempo.
Desde hace algún tiempo ando con ganas de estabilidad, yo, la misma que a principio de año, al iniciar este blog, declaraba que no quería pololo. Lo que pasa es que son ciclos naturales, que van y vienen, y a los que uno tiene que ser 100% fiel: si uno anda en la parada de estar sola y de picaflorear por la vida, perfecto. Si uno quiere estabilidad y cosas más serias, perfecto también. Lo importante es ser coherente.
Por eso, segiuré esperando mi abrazo hasta que me den ganas de pasar a la siguiente flor. Lo que pase primero.

lunes, 2 de abril de 2007

Interés desinflado

Vestida de cazadora, salí a buscar la presa, como es mi costumbre. Creo que en todas mis otras vidas debí ser hombre, porque cuando me gusta alguien, tiendo a salir a buscarlo en lugar de quedarme esperando que él me busque a mí. Y esta no fue la excepción. Estamos hablando el mismo sujeto que fue a mi cumpleaños pese a que creí que no iba a ir.
Ya impaciente porque después de ese día no había ningún contacto entre nosotros, lo llamé para invitarlo un café en Lastarria. Y aceptó. Nos juntamos, y como dos buenos sibaritas que somos, terminamos comiendo una parrillada de ciervo, jabalí y avestruz junto a un buen Malbec, por supuesto elegido por mí.
Debo decir que antes de llamarlo estuve todo el día domingo pensando en que nos íbamos a juntar, y con esa típica sensación de ansiedad. Antes de llegar a la cita estaba nerviosa, con la guata apretada, y me miré en todos los espejos y vitrinas que pude mientras caminaba hacia el lugar acordado.
Pero algo pasó. Mientras conversábamos y nos conocíamos un poco más, mi interés se fue desinflando paulatinamente. No podría dar una razón concreta, pero me di cuenta de que él no es para mí, de que no quiero estar con alguien que es un poquito snob, un poquito ególatra (el ego gigante lo aporto yo, así que dos con las mismas características en una relación no funcionaría), y que cada vez que pasa una mujer a su lado (cualquier mujer, aclaremos), se queda mirándola por un par de segundos.
Como eso me molestó un poco, yo empecé a hacer lo mismo con los hombres, y no sé si se habrá dado cuenta, pero cuando estaba en medio de ese jueguito de “si tú miras yo también”, me di cuenta de que ya no tenía nada más que hacer ahí, así que le dije que pidiéramos la cuenta y que nos fuéramos.
Y claro, no lo invité a mi departamento al consabido café de después de la cena. Sólo nos despedimos dentro del taxi, con la mejor onda del mundo, pero con la certeza de que no voy a tener nada con él.
Es raro, porque antes de esta salida él realmente me tenía entusiasmada, pero todo mi interés se esfumó en las dos horas y media que duró la salida, incluso pese a que ahora, y desde mi cumpleaños, ando con ganas de tener una relación como la gente. Por lo pronto, sé que esa relación no va a ser con él.