martes, 24 de mayo de 2011

Invierno en Santiago

Ayer, después de la oficina, caminé por la ciudad. Con los guantes en la mano, el mentón hundido en la bufanda y el aire frío en la cara y el pelo. Como una caricia, como una promesa.

Caminé por lugares que hace tiempo no recorría, buscando impregnarme de ese mar de luces, oscuridad y hojas que se movían por el viento.

El frío. Me encanta que haga frío. Me recuerda esa película preciosa “Los amantes del círculo polar”, donde una pareja enamorada comprueba lo indeleble de la marca del amor en sus vidas, que casi es una predestinación.

En una de las escenas memorables, Ana, la protagonista, dice que le encanta que haga frío, porque las cosas pasan más rápido. Y yo creo lo mismo.

Caminé por la ciudad pensando en mi último invierno en Santiago, con frío y viento y árboles de hojas temblorosas y vendedoras de bufandas en las esquinas y parejas caminando rápido en la calle.

Caminé pensando que extrañaría este invierno, esta ciudad de luces, esta sensación de respirar profundo y sentir cómo el aire frío me llena los pulmones.

Caminé y me sentí un poco Ana, esperando que las cosas que tienen que pasar pasen rápido, muy rápido.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Tengo

Tengo pena.

Tengo nostalgia. No quería volver.

Tengo el cuerpo y los labios llenos de besos de mi rucio, que me van a durar dos meses y medio, justo el tiempo que debemos esperar para vernos de nuevo, porque viene a Chile en Agosto.

Tengo un nuevo timbre en mi pasaporte: el avioncito y las estrellas de la Unión Europea en tinta bicolor, indicando mi salida del espacio Schengen el 8 de mayo.

Tengo desadaptación climática después de haber tomado el avión en Zurich a 31 grados y haber aterrizado en Santiago de Chile, 18 horas después, a 8.

Tengo estrés postraumático luego de mi aterrizaje forzoso en la pega, en Santiago con tacos y horas punta, con una hora de viaje entre mi casa y mi oficina, y con gente hostil que no trepida en pegarle un codazo a quien sea por subirse al metro primero.

Tengo la mitad de mi ropa en cajas plásticas, en la casa del rucio, esperando que la otra mitad –la de invierno- complete mi closet alemán en septiembre.

Tengo la mitad de mis ahorros –con los que pagaré todo el postgrado y mi seguro de salud-guardados en una caja de mentitas en el segundo cajón del escritorio del rucio.

Tengo ilusión, esperanza, tengo el corazón puesto en el futuro, porque vi durante dos semanas el tráiler de lo que será mi vida en Alemania, y ahora sólo quiero que estrenen la película!

Tengo un pololo increíble que se despierta antes de que suene el despertador para mirarme dormir y que se llenó de orgullo porque pude andar sola en micro, comprar ropa, ir al super y pasear por la ciudad sin hablar una palabra de alemán.

Tengo una suegra y un suegro que me adoran y que están felices de que me vaya a vivir con su hijo, y una cuñadita cómplice que hasta peló a la ex polola del rucio conmigo.

Tengo tanta suerte, por la cresta!