lunes, 15 de diciembre de 2008

El Matrimonio (III Parte y final)

La despedida

Después de haber bailado un rato, de haber cenado y conversado con la gente que no veía hace tanto tiempo, y cuando la hora y la deserción de invitados hacía decoroso iniciar la retirada, caminé lentamente por entre las mesas, y me senté a su lado.
-Me voy, nos vemos- le dije, como si mi intención hubiera sido solamente despedirme
-Pucha, tan temprano -me dijo él, mirando hacia donde estaba sentada-…parece que a tu acompañante le dio sueño
-Jajaja, sí- le dije yo, divertidísima de su talla, tanto por patuda como por acertada
-…..pero bueno, dame tu número a ver si nos tomamos un café en la semana.
Recité mi celular mientras él tecleaba en el suyo, y pasándome de lista le dije “ahora pínchame para que me quede grabado a mí”.
Así lo hizo, y comenzó a sonar la música de Indiana Jones que tengo como ringtone.
-Ah ya, Indiana Jones- me dijo
-Claro, siempre lista para la aventura…
Me paré, le di un abrazo y volví a la mesa donde Prometeo me esperaba con cara de aburrido
-¿Ahora sí nos podemos ir?- me dijo
-Claro, ahora sí
-Si fueras hombre, no te faltarían minas…-me dijo
-….pero como soy mujer, todos huyen de mí por lo aguja- dije, completando mi razonamiento, y esperando que este no fuera el caso

El matrimonio

Aunque larga, la ceremonia religiosa estuvo bien. Prometeo –que se veía especialmente guapo de terno oscuro y corbata azul- me hizo reír demasiado ante la poca concurrencia a la hora de la comunión
-Al cura le iría mejor si en vez de hostias diera sopaipillas
-Claro, untadas en chancaca en vez de vino tinto
Continuamos los devaneos herejes hasta que terminó la ceremonia. Como llegamos medio tarde, no pudimos saludar a la gente a la entrada, pero a la salida fue otra cosa.
Estaban allí varios de los amigos de mi ex, que tal como el novio me dijo, no estaba invitado. Muchos de ellos iban acompañados de sus esposas e incluso de sus hijos pequeños....se notaba que no nos veíamos hace rato.
Varios se acercaron a saludarme de manera bastante cariñosa, y a conversar de qué había sido de mi vida en estos más de 5 años en que no nos habíamos visto.
De repente, entre tanta conversa y presentación de pololas y esposas, lo vi. Estaba solo, parado en el costado de la iglesia y me miraba desde lejos, fumando un cigarro. Me había olvidado que mi ex tenía amigos guapos. Solamente nos hicimos un movimiento de cabeza a modo de saludo.
Después del taxi –Prometeo al final no quiso llevar su auto. “Me lo pueden rayar si lo estacionamos en la calle”, me dijo-, la llegada al centro de eventos y el coktail de rigor, se produjo el contacto.
Yo iba saliendo del salón hacia el baño, y él venía entrando desde afuera.
-Cómo estás?- Me dijo después de darme un beso en la mejilla y un abrazo con sus dos manos apoyadas en mi espalda descubierta
-Bien bien, y tú?
Ahí empezó la conversación de resumen, en la que curiosamente, descubrimos que vivíamos a tres cuadras de distancia.
-Ah no!!!!!, nos tenemos que juntar a tomar un café en la semana- me dijo él
-Claro, después nos ponemos de acuerdo
-....oye, y con quién viniste tú?- me dijo, curioso
-Con un amigo. El novio me amenazó con que nadie iba a venir solo, así que tuve que inventarme acompañante-lo cual, en estricto rigor, era totalmente cierto.
-Pucha, haber sabido…..- me dijo él, sonriendo con cara maliciosa y mostrándome sus margaritas en las mejillas
No le dije nada, pero le sonreí, y volví a entrar al salón, porque ya estaban sirviendo la cena. Pensaba en las curiosas vueltas que tiene la vida.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Ctrl+Z

En la vida debiéramos tener un Ctrl+Z. Deberíamos tener una herramienta, palabra mágica, amuleto de la suerte o botón de emergencia para poder accionar cada vez que metemos la pata, o que hacemos algo de lo que nos arrepentimos al segundo siguiente.

Tal vez se trate de un beso, de una caricia o de esa palabra que de seguro va a ser malentendida, pero que tú te diste cuenta justo después de haberla pronunciado.

Pero nada que hacer. No tenemos Ctrl+Z –ni menos palabra mágica o botón de emergencia- y las cosas se quedan tal cual: los besos se dan, las caricias se hacen, las palabras se dicen.

viernes, 5 de diciembre de 2008

El Matrimonio (II Parte)

La desilusión

-Flaca, cuál era el número de la casa de la Rucia? Estoy dando vueltas hace rato pero no cacho- me dijo cuando le contesté el teléfono. Mr Dancing King estaba perdido y por eso no había llegado al asado.

Le dí la dirección y llegó al poco rato, con un par de kilos menos que la última vez que lo había visto, una chaquetita de terciopelo negra encima de un pantalón y una polera aparentemente casual pero escogida con pinzas, y buscándome con la vista al entrar. “Justo lo que necesito para el matrimonio”, pensé.

Pero se acercó a mí, y al cabo de un rato recordé por qué no quise seguir saliendo con él: la talla autorreferente, subida de tono y dando pie para el comentario obligado de “¿Pero cómo no me voy a reír hasta desmayarme, si eres tan simpático y chistoso?” me espantó un poco, y por segunda vez.

Entonces, evalué la situación: Parece que lo mejor era invitar a Prometeo, que aunque no baila tan bien, es igual de guapo, simpático y divertido. Claro, ya había superado el shock del posteo anterior, gracias a varios comentarios de mis amables lectores, y ahora entiendo que de verdad no significa nada invitar al amigo buena onda y útil para los perversos fines que busco en esta fiesta al matrimonio que ya es la semana que viene.

La acción (Conversación por MSN)

Bárbara dice:
Oye, tienes algo que hacer el próximo sábado en la noche?
Prometeo dice:
Tengo que pasar una etapa de un juego que me tiene pegado en la Xbox
Bárbara dice:
Puedo competirle a la Xbox con un panorama en el mundo real?
Prometeo dice:
Siempre puedes tratar…
Bárbara dice:
Tengo un matrimonio ese día, léase comida, baile y copete gratis
Prometeo dice:
Ya, me tinca!!! Y quien se te casa?
Bárbara dice:
Un amigo, que en realidad originalmente era amigo de mi ex y van todos sus amigos, aunque este ex no va, porque con el novio ya no son amigos (se entendió?)
Prometeo dice:
Ah, ya te cacho…..Entonces hay que ir bañadito y arregladito, con pose de yerno ideal
Bárbara dice:
Por favor!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Prometeo dice:
Ya, ok, me queda claro. Pero bueno, ya tendré que pedirte a ti que me acompañes a un matrimonio peinadita y perfumada, jajajaja
Bárbara dice:
Ya, OK, acuso recibo de la talla con malestar…pero si quieres te miento y te digo que me da lo mismo...
Prometeo dice:
No, está bien, tú tranquila.
Bárbara dice:
:D
Prometeo dice:
Ah, y si me das plata pa la bencina, paso a lavar el auto antes!
Bárbara dice:
Chuta, yo pensé que con la cena y el copete gratis quedabas OK!
Prometeo dice:
Nada es gratis en la vida, guapa.....y eso lo aprendí de tí

martes, 18 de noviembre de 2008

El matrimonio (primera parte)

“No, mejor que vengas acompañada”, me dijo mi amigo, el futuro marido, cuando le advertí que podía disponer del cupo de mi acompañante, porque iría sola. “Todos van a venir con pareja y no vas a tener con quién bailar….y con lo que te gusta”.

Entonces, empezó esta especie de drama victoriano que tengo que resolver de manera más o menos rápida, y después de mirar mi panorama, las opciones son dos, y no sé cuál me gusta menos.

La número uno es ir con un buen amigo, con quien en el pasado tuve una mini historia pero que al final los dos retrocedimos hasta el bastión estratégico de la amistad a toda prueba, tanto así que vivió un tiempo en mi departamento mientras buscaba uno para él, y posteriormente, en el mismo piso de mi edificio. Es medianamente guapo, soltero, tiene lindo auto, pero baila más o menos nomás.

Todo lo anterior no me importaría en absoluto si mi amigo que se casa no fuera uno de los amigos de mi ex pololo (sí, ese que me destrozó la vida por un rato), y a la ceremonia no fueran a asistir varios de sus otros amigos, que por supuesto deben decir “oye, era bien estupenda y simpática la Bárbara, mira lo linda que se ve y el galancete con el que vino”. Por suerte el sujeto en cuestión no está invitado, así que solo me queda cubrir el tema de los amigos, y el tema del baile.

La opción número dos me gusta menos que la uno, pero desde el punto de vista de las comunicaciones –en el que laboralmente me dedico a asesorar a otros- es el mejor: más o menos guapo, soltero, lindo auto, baila in-cre-í-ble. El problema es que es amigo de una compañera de la U y con él también tuve un inicio de historia, pero culminó cuando yo decidí que era mejor hacerse la loca en lugar de entrar a dar explicaciones de por qué no quería salir más con él (OK, lo asumo, un puntito de karma negativo para mí).

El punto es que a este sujeto, al que denominaremos Dancing King para proteger su identidad, hace un rato anda con conversaciones por MSN invitándome a un trago, un happy hour, un café y una salida a bailar…y temo que esta invitación sea mal entendida como un “sí, acepto”. El problema es que si lo miro desde fuera, creo que es la mejor opción.

Por otro lado, me da susto que mi opción número uno –a quien ya hemos nominado como Prometeo en otras entradas de este insigne blog- termine siendo mi acompañante sempiterno a los matrimonios, y después se convierta en el pololo no declarado y en el marido por conveniencia -claro, los dos amigos que se casan sobre los cuarenta años porque están solos y no hay otra opción- y con el que tendré hijos feos (dicen que sin amor salen fatales), pero hijos al fin y al cabo.

OK, sé que le puse mucho a este último párrafo, pero de todos modos, me complica la situación. En todo caso, el fin de semana tengo un asado con mi amiga y es muy probable que también asista Dancing King, así que veremos cómo se aspecta la cosa antes de tomar una decisión.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Recambio social

El concepto, aunque parece revolucionario, es simple: un amigo, de un ambiente totalmente distinto al de uno –en mi caso, un ingeniero informático- te presenta amigos de su mundo y tú le presentas amigas del propio.
La idea: ampliar el círculo social, léase tener nuevos amigos- y quizás algo más- que ya sean conocidos por otro amigo, y recomendados por los grados de afinidad que pudieran producirse.
En realidad, este plan fue más casual de lo que parece, y la idea se le ocurrió a mi amigo, porque es tan difícil conocer gente chora, entretenida, interesante –decente incluso-, y conforme uno crece, tiene pega, responsabilidades, horarios y demases, las relaciones y los círculos sociales se estrechan tanto que es cada vez más complicado salir de ellos.
Entonces, esa es la respuesta: una campaña concertada de recambio social, para ampliarlos círculos, sobre todo ahora, que la primavera alarga las horas útiles después de la jornada de trabajo, y hace gratísima una salida hasta las 11 o 12 de la noche en un día de semana.
Y así ya he conocido a uno de sus amigos –que la verdad me pareció una dulzura- y tengo dos presentaciones más en carpeta. Yo he estado media floja, pero me pondré en campaña para activar mi red de contactos.
Y ustedes, amables lectores, se atreven a hacer el ejercicio? Podríamos incluso iniciar una cadena de presentaciones!!! Qué les parece?

martes, 28 de octubre de 2008

Menú de almuezo+café+declaración de un amigo de años

Golpeaba el borde interior de la taza, lleno de café, con la cuchara. No la revolvía, simplemente hacía ruido para llenar el silencio. Ese silencio incómodo que se apoderó del ambiente después de que me dijo que yo le gustaba. Por patuda, por parada en la hilacha, por distinta, por desafiante.
Nada que ver, le dije yo, asumiendo al segundo siguiente que mi postura era ridícula. Como si se pudiera rebatir un sentimiento.
-Te lo digo para que no me vuelvas a contar de tus pinches, de la gente con la que sales, de los tipos que te invitan al cine, con los gallos que te juntas-me lo dijo con aire de enojado.
-OK-dije yo, cuando me trajeron el café que incluía el menú del almuerzo y empecé a hacer ese ruido.
-Sabes qué? Cuando nos juntemos quiero que me cuentes de tu pega, de tus cosas, de lo que haces, las cosas que estudias, de tus amigas del magíster, de tu familia, de tu vida, pero no de eso- me dijo prendiendo un cigarro y mirando al horizonte, como si no me hablara a mí, sino que ensayara solo la parte de la película cuando al galán le toca hacerse el ofendido.
-Pero es que no tiene sentido, somos re amigos, hace años, y además somos tan distintos, jamás funcionaría algo entre nosotros: Yo jamás te acompañaría al estadio, ni a tomar cerveza de luca el litro con tus amigos, ni a carretear a Bellavista, y tú no me acompañarías a ver cine arte coreano, ni a la biblioteca ni menos a la Blondie- le dije casi a modo de reclamo, y mi último argumento logró sacarle una sonrisa.
Me miró y me dijo. “Y justo que tengo entradas para la Chile con la Católica y te iba a invitar”, me dijo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Cambios

Me corté el pelo y me lo teñí. Aunque el cambio no es tan radical, los rayos de sol sobre mi cabeza me recuerdan que la carta de colores decía “castaño rojizo” y que tenía toda la razón. El peso de menos que siento en la cabeza me hace pensar en los pesos simbólicos que me he sacado de encima en último este tiempo, y que he reemplazado con la visión, siempre en proceso, de que basta con esforzarse para que las cosas salgan bien, pero que ir más allá de eso implica entrar en la obsesión, que es el comienzo de un estado donde –como dice una amiga española- uno solamente se malvive.
Cambié mi closet. A regañadientes guardé los abrigos, los paraguas, las botas, las bufandas y los chalecos gruesos y poblé los cajones de poleras, vestidos, faldas más delgadas y chalitas. Adoro el invierno y siempre el rito del cambio de la ropa a la estación estival tiene una doble significación: es el término de mi estación favorita pero la promesa de que el próximo año también harán 8 grados y habrá lluvia.
Tomé decisiones. Siguiendo con la filosofía de mi amiga española, dejé un par de cosas que hacía para construir mi vida laboral futura pero que me impedían disfrutar más de mi presente, de mi aquí y de mi ahora. El peso de menos es tan notorio como el de los 5 o 6 centímetros del corte.
Además, decidí hacer un viaje inolvidable y pasaré el año nuevo (otra instancia ritual, como el cambio de closet) en la Laguna San Rafael, para resarcirme de lo poco que viajé este año, y también como una especie de exorcismo a todas las cosas del 2008 que no salieron precisamente como yo quería.
Y como una vez escribí en un diario de viaje, parece como si en algún lugar del Universo, las cosas ya estuvieran resueltas a mi favor: me siento más contenta y el entorno lo ha notado, he recibido felicitaciones por mi trabajo, excelentes notas en el magíster e incluso un aumento de sueldo (sin solicitarlo, cosa rarísima), y un cliente nuevo como voto de confianza a mi labor…Y estoy contenta, viendo cómo los pequeños cambios y reenfoques han hecho la diferencia, esta tremenda diferencia.

jueves, 11 de septiembre de 2008

La liquidación

Claro que es una reducción un poco injusta, pero de todas maneras me pareció un concepto interesante.
Rodeadas de gente de la nobleza informática santiaguina, en el lanzamiento de un nuevo sitio de web 2.0, sentada con mi amiga que logró ponerme en la lista gracias a sus influencias sociales de las que yo carezco por completo, comiendo y tomando en la mejor modalidad (rico y gratis), iniciamos la conversa.
-Tengo un amigo que me dijo que él cree que buscar pareja a estas alturas de la vida es como ir a una liquidación de temporada- me dijo ella.
-¿Cómo así?- le contesté, sosteniendo el vaso perfectamente congelado de la mejor caipiroska que he tomado este año.
-Claro, porque sólo quedan los saldos y las devoluciones.
-Jajajaja, ya te entiendo.
-Si pues, los saldos son los tipos que nadie quiere, los que nunca se han emparejado o están sospechosamente solteros, y por eso uno empieza a preguntarse “qué tiene este tipo que no tiene pareja”.
-Ajá- le dije yo, dándole vueltas al asunto.
-Y las devoluciones, claro, separados o saliendo de relaciones largas…
Y claro, más cerca de los 30 que de los 20, obviamente uno se topa cada vez más a menudo con separados (algunos con hijos) y con aquellos especimenes que despiertan nuestras sospechas por encontrarse aún solteros.
Terminó el evento, y cada una se fue a su casa, pero el tema de la liquidación me quedó como un eco en la cabeza.
Quizás porque estoy en una etapa optimista, me acordé de mi abrigo color chocolate, maravilloso, de corte perfecto y justo de mi talla, que me compré a nueve lucas (y que tenía cosidos todos sus botones) en una liquidación hace un par de años, lo que sin desmentir del todo la teoría del amigo de mi amiga, le pone matices: Igual uno puede encontrar algo perfecto en la liquidación, porque quizás alguien lo devolvió porque no le gustaba ni le quedaba bien pero es perfecto para uno, o porque al final del cerro de cosas de la temporada pasada, estaba ese saldo radiante en el que ninguna otra compradora había reparado.
Así que mi moraleja es la siguiente: si buscar pareja es una liquidación, entonces habrá que hacerse el ánimo para hurgar en los percheros y revolver los canastos hasta el fondo.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Bufandas y calcetines

La emoción

No lo podía creer. Simplemente era impresionante.
-Es la mejor historia que he escuchado este año, y probablemente el anterior –le dije aún muy sorprendida, y genuinamente emocionada.
-Sí, a toda la gente que se la cuento le parece mentira, pero te juro que pasó tal cual.
-Si a mí me pasara algo así, sabría que tengo una misión en la vida, que hay una fuerza superior, no sé, un Plan Maestro.
Él sólo se rió y me miró con cara de “no será mucho?”- Claro! – insistí- ese es el tipo de cosas que te hace sentir especial, con un sentido, privilegiado, bendecido incluso. Él solamente siguió riendo, y yo supe que por mucho tiempo iba a recordar la historia de los calcetines de su padre.

La historia

“Resulta que un día, hace años, fuimos con mi familia a la playa, a Viña. A mi papá nunca le ha gustado mucho esa onda, y como gran cosa, se sacó los zapatos y los calcetines para andar a pata pelada. Nosotros jugamos, nos bañamos y estuvimos un buen rato, mientras él con mi mamá se quedaron en las dunas.
Cuando ya nos íbamos, mi papá buscó sus calcetines, que eran uno de sus pares regalones, porque tenían impreso un logo de la marca, que justo coincidía con las letras de sus iniciales. Pero no los encontró, así que se fue refunfuñando, muy enojado y sin calcetines.
Al año siguiente volvimos a la misma playa, y mis papás se volvieron a quedar en las dunas, pero con mi hermano empezamos a molestar a mi papá que no se sacara los calcetines, que se le iban a perder y fue tanto lo que se enojó, que empezamos a decirle que íbamos a buscar sus calcetines perdidos, que se los íbamos a devolver.
Entonces, con las palas y los rastrillos empezamos a buscar. No buscábamos en realidad, jugábamos y hacíamos como que estábamos convencidos de que los íbamos a encontrar, para que mi papá no siguiera enojado.
Entonces, mi hermano hizo un hoyo y de repente sacó algo, de color azul marino y del porte de una pelota de tenis. Eran un par de calcetines enrollados sobre sí mismos, como cuando uno los guarda en el closet. Los abrió y efectivamente, eran los de mi papá, con las letras de sus iniciales!!!!
Nadie lo podía creer. Ni siquiera él”.

La bufanda (Justo antes de todo lo demás)

-Ojalá que esté bien, con alguien que la quiera y que la use mucho- le dije resignada a mi amigo, mientras me aseguraba el cinturón de seguridad de su auto, luego de haber buscado debajo del asiento, el último lugar donde podía haber estado mi bufanda.
-Ojalá. Piensa que alguien llegó contento a su casa porque tiene una bufanda nueva-me dijo.
-Sabes? Es curioso. Sólo he perdido dos bufandas en la vida, y las dos eran verdes.
-Sí? Qué raro eso.
-Debe ser una especie de sino trágico con las bufandas de ese color. De verdad, ojalá que la persona que la tenga ahora la aprecie y le ponga perfumes ricos…ella estaba acostumbrada a eso.
-Pero puede que la encuentres algún día, cuando vuelvas a ir al cine, o a la farmacia, o al Dominó- me dijo, enumerando los posibles lugares en los que perdí la bufanda.
-No creo…
-Oye, esas cosas pasan. Te voy a contar una historia que le pasó a mi papá hace años, que seguro te va a hacer sentir mejor.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Llegó la primavera (?)

Segundo acto: la confirmación

Paseo Huérfanos, 7 de la tarde. La vida es una pasarela y yo camino rumbo a las liquidaciones, mi nueva frívola diversión mientras estoy de vacaciones del magíster y no tengo que cargar libros, fotocopias ni nada que pueda impedirme llevar una bolsa con el logo de alguna multitienda en cada mano.
Semáforo en rojo y lo veo al otro lado de la calle: uno de mis últimos pretendientes, que describiré escueta y cruelmente: no muy agraciado, ni muy entretenido, ni muy simpático, ni muy inteligente, y que quedó descartado pese a que me di una oportunidad con él (no entiendo por qué seguimos haciendo esas cosas, si nunca resultan…). En fin, ahí estaba él, al otro lado de la calle, de la mano con una chica preciosa, de pelo largo y un abrigo maravilloso que fue lo único que despertó mi envidia.
¡Emparejado! Es que no pude creerlo. No es que pensara que por poco agraciado, poco simpático y poco inteligente se iba a quedar soltero eternamente, pero de todos modos la visión me dejó inquieta. Probablemente porque me confirmó que esta situación ya era una tendencia.

Primer acto: el ex emparejado (5 días antes)

Con mi ex pololo ahora amigo todo ha andado muy bien. Salimos, vamos al cine y vemos películas de terror, uno de nuestros gustos compartidos e inconfesables, y como por fin entendí por qué lo quise y por qué estuvimos juntos pese a nuestras abismantes diferencias, la amistad se nos ha dado bastante bien, contra todos los pronósticos.
-Tengo que decirte algo- me dijo muy coqueto la última vez que nos juntamos.
-Qué?- confieso que temí por un instante un atisbo de revival…
-Estoy saliendo con alguien.
Y me contó los detalles de su nueva relación que lo tiene muy contento, y que a mí me puso contenta también, porque es un buen tipo y se merece todo lo bueno que le pase.
-Pero no te enojas? Como nunca hablamos de estos temas ahora que somos amigos…-me dijo algo complicado.
-Para nada! Si es obvio que nosotros somos amigos ahora, además, me alegro demasiado que estés con alguien, contento y feliz.
Y fui sincera. Me dio demasiada alegría. Por él y por mí, porque si efectivamente llegó la primavera y la gente se está emparejando, es posible que –por fin- me toque.

miércoles, 18 de junio de 2008

Mi última cita (O lo único bueno fue el vino)

Después de mi reciente ruptura sentimental, necesitaba sentir que volvía a mi mundo. Está bien, acepto que en mi mundo pasan cosas un poco freak, pero bueno, más que mal, esto fue una señal de que las cosas volvían por su rumbo.

Primer acto: La cosa partió mal

Él era amigo de una amiga, conversábamos por Facebook y según me contó, me vio en su cumpleaños aunque yo no me acuerdo, y no se atrevió a hablarme.
Me invitó a salir un día después de la pega, y claro, en este estado de convalecencia emocional, por cierto que necesito salir a airearme con gente del sexo opuesto.
Pero todo empezó mal, cuando me dijo que nos juntáramos en la Fuente Alemana, porque quedaba cerca y era rico.
Está bien, asumo que también me he manchado las mejillas y chorreado hasta los codos comiéndome un churrasco palta, pero convengamos en que no es un lugar para invitar a alguien a salir, ni menos la primera vez....es incómodo eso de conversar con alguien que está sentado al lado tuyo en vez de al frente.
En todo caso, pensé que lo mejor era, una vez que ya nos hubiéramos encontrado, pedirle que cambiáramos el lugar, cosa que hice tal cual.

Segundo acto: “Deja que eso lo decida yo”

Por suerte, no hubo problema en cambiar el lugar, y terminamos en un excelente local con una carta de vinos de sueño, llena de pequeños lujos embotellados. El mozo me contó que estaban con una promoción donde te regalaban una botella cerrada del mismo vino que pidieras, de modo que la elección fue hecha con mucho más cuidado, sobre todo después de que él me dijera que la botella quedaba para mí, porque a él no le gustaba tanto el tinto.
Comenzamos a conversar y lamentablemente, él era ese tipo de personas que habla dos palabras por minuto, y eso me pone bastante nerviosa…necesito que las frases se terminen y él la verdad no era muy dado a eso.
Me llamó la atención su inclinación a hablar de sus ex parejas sin mediar estímulo alguno. Se paseó por varios nombres, circunstancias, historias de amor y de desencuentro, y en el momento que mi caracho de 5 metros tocó el suelo e hizo un ruido demasiado fuerte para pasar inadvertido, se inició la siguiente conversación:
-¿Te molesta que te hable de esto?
- (Sí, obvio!) No, pero me parece super curioso que le cuentes cosas tan privadas a alguien que a penas conoce, me llama la atención eso
-Ah, es que como lo tengo todo superado, no me cuesta nada hablar de eso
-(Claro….super superado!!!) Ah, pero bueno, yo también tengo superados a todos mis ex pero no hablo tanto de eso
-Es que bueno, igual se nota que no te has enamorado nunca…
-(Pero qué coño se cree este idiota!!) Mira, el hablar o no hablar de tus parejas no implica para nada el haberlas superado o no, y respecto a enamorarse, tú no me conoces nada y por favor, deja que eso lo decida yo.


Tercer acto: Robando un beso


Después de una conversación tan amena, no hubo postre y pedimos rápidamente la cuenta.
Obviamente el galancete siguió hablando del tema, en la demostración más aspaventosa de su total carencia de inteligencia emocional. Me contó de las sendas depresiones que pasó con cada una de sus ex, me preguntó si yo era depresiva y qué hacía cuando estaba triste.
Salimos a la calle e hice parar un taxi casi como si le pidiera auxilio porque me estaban asaltando. El pobre tipo paró y me miró con cara de “Este tipo le está haciendo algo, señorita?”, y eso me hizo retomar un poco la compostura, y no salir arrancando inmediatamente.
Entonces me di vuelta y le di las gracias por la invitación a galancete, le dije que me había encantado el local y que la comida estuvo notable. No le dije que lo pasé bien ni que estábamos en contacto, porque no quería mentirle.
Entonces me tomó de los hombros y trató de darme un beso, de robarme un beso.
Yo me eché para atrás y le dije:
-No, eres el colmo de fresco, nadie puede!!
-Es que me encantaste....
-Bueno, que tengas buenas noches- le dije sin perder mi compostura de dama de alta alcurnia, y cuidando de que mi botella de vino Gran Reserva no pegara contra la puerta del auto, me subí al taxi.
Hoy en la mañana me encontré con un mensaje suyo en Facebook, diciendo que lo había pasado bien, que yo le había encantado y que nos viéramos de nuevo, que saliéramos otra vez o nos juntáramos…..pero una cosa estar convaleciente del corazón y necesitar un galán que te mime y te saque a pasear, y otra muy distinta es no ponerse las zapatillas de velocidad cuando todas las señales dicen “corre lo más rápido que puedas”, como en este caso.

martes, 10 de junio de 2008

Me declaro culpable

No entraré en mucho detalle porque no tiene caso, pero recién siento el corazón más estable. Recién ahora puedo escribir sobre esto. Tuve una fugaz relación de la que ya vengo de salida, que ante todo me sirvió para meditar sobre las cosas que uno quiere y necesita de una pareja.
En vez de hablar de eso, de él y de nuestra relación, de cómo y por qué terminó (o empezó), voy a hablar de mí. De la que quedó después de esto, porque luego de una ruptura amorosa, ya sea grande, pequeña, terrible o consensuada, uno cambia. O mejor dicho, uno se reenfoca, y le presta atención a más detalles y cosas que antes pasaban inadvertidas.
Me di cuenta que sí tengo ganas de estar en pareja, pero que no por eso me voy a emparejar con alguien. Necesito más razones que esa, y también necesito que se den las condiciones para estar con alguien, porque lamentablemente el cariño no lo es todo. Uno tiene que compartir cosas, gustos, horarios, y no ser el clásico paradigma de los polos opuestos que se atraen, porque una vez que se encuentran –bastante fogosamente, por cierto- viene el preguntarse qué más hay después de eso.
Una amiga que se fue a vivir con su novio me invitó hace poco a conocer su nidito de amor. Y yo estaba tan feliz por ella, ten emocionada y tan contenta, que no pude evitar pensar que me encantaría estar en su situación.
Me declaro culpable de haberme engrupido con esa historia, persiguiendo el paradigma de pareja feliz, desayunos en la cama y siestas los domingos. Pero me declaro culpable también de haber tenido el minuto de luz para dejarla atrás porque me hacía mal. Ese es mi único atenuante, señores del jurado.

martes, 29 de abril de 2008

Mi hermana

Mi hermana chica, mi única hermana, cumplió 18 años. La misma que cuando tenía 3 o 4 entraba a mi pieza, a mirar mis lápices, mis cuadernos y desordenar mis cajones, buscando las “cosas lindas” que la hermana mayor tenía guardada en esa fortaleza inexpugnable, provocando mi ira. La misma que hace poco me confesó que cuando iba a kinder, se encerraba por horas en el baño a jugar con mis frenillos, porque le encantaba el sonido que la placa llena de alambres hacía al caer al suelo (nunca entendí cómo no se quebraron). La misma que hace tan poco era un patito feo, flacuchenta y desgarbada, y que de a poco se ha ido convirtiendo en una mujer hermosísima.
Cumplió 18 y se hizo un piercing en la oreja, por supuesto, sin pedir la autorización de nadie “porque ahora soy mayor de edad”. El mismo día de su cumpleaños fue al registro electoral y se inscribió. “Mi hermana siempre me dijo que así uno puede ejercer su cuota de poder”, le dijo a la señora que la inscribió, ante la consulta por aquel entusiasmo de la nueva votante.
Cumplió 18 y decidió que quiere estudiar pedagogía en Historia, y después de haber repetido un año y haber pasado a la rastra varios otros, se convirtió en la matea del preuniversitario, tomando cuanto curso y electivo le permite el horario, incitada por el régimen menos escolar y por la perspectiva del ingreso a la Universidad.
Mi hermana cumplió 18 años y me encanta ver en qué se ha convertido. Ver cómo la niñita tímida se para segura frente al mundo, tomando decisiones como una persona adulta. Esta es sin duda la sensación más parecida que he tenido al orgullo materno.

miércoles, 16 de abril de 2008

Derechos y deberes

De vuelta en el magíster, exprimiendo las neuronas de 6:30 a 9:30 de la noche, tres veces por semana. “Es una inversión”, me repito, inhalando y exhalando, todas las veces que me sacan las películas de cartelera antes de tener tiempo para ir al cine y cuando debo rechazar las invitaciones de café, salidas o juntas con mis amigas porque tengo clases o mucho que estudiar.
Estamos en clases de Derecho Internacional. Yo miro por la ventana hacia fuera, pensando en lo contenta que me tiene la llegada del otoño, mientras la profesora habla de los diferentes tipos de derecho que existen.
Mientras la profesora explicaba que el derecho provoca siempre la existencia de un deber, y que no puede existir uno sin el otro, me puse a pensar en los derechos y deberes que uno tiene en una relación.
Siempre he creído que de acuerdo al tipo de relación que uno tenga, posee ciertos derechos o deberes inherentes, dependiendo del mayor o menor grado de compromiso.
Por ejemplo, si uno está saliendo con alguien, no tiene el derecho de llamar a cualquier hora para saber cómo está el otro, y por lo tanto el otro no tiene ese deber. El derecho únicamente se da en este caso para acordar citas, salidas a bailar o al cine o para alguna comunicación específica. Si uno quiere más derechos, debe estar dispuesto a mayor grado de compromiso.
Por otra parte, si uno está pololeando, sí tiene el derecho de llamar para decir “estaba pensando en ti y quise saber cómo estabas”, y para ser honesta, uno desea que el otro lo entienda como un deber.
Puede sonar ridículo pero creo firmemente en eso. El cambio de status en una relación implica inmediatamente la adquisición de derechos y deberes distintos al estadio anterior.
Por eso, le he parado el carro a más de algún andante que se ha puesto demasiado romántico o controlador sin intenciones de tener una relación más seria, como también al pololo que se relajó y no hizo uso de sus derechos y deberes.
Por el momento, no soy sujeto de derecho en relación de nadie. …lo que también tiene aparejado una serie de derechos y deberes conmigo misma, todos los que ejerzo feliz y constantemente.

domingo, 30 de marzo de 2008

Historias de Motel

Octubre del 2005

-Bárbara, el vaso se está moviendo!!!
-Mmmmmmhhhhh-dije yo, en ese estado de tránsito entre el sueño y la realidad.
-Bárbara, el vaso!!!!- dijo él apretándome el antebrazo y tirándolo hacia delante, lo que me obligó a levantarme y mirar sobre su hombro.
Efectivamente, el vaso que la noche anterior dejó encima del velador de su lado de la cama acababa de moverse en diagonal, completamente solo.
El sueño se me espantó de golpe y evalué la situación: si le decía “Sí, el vaso se movió, nos están penando!!!”, él era capaz de vestirse con lo primero que encontrara y salir corriendo de la pieza del motel, sin pensar en nada más que huir. Entonces, hice de tripas corazón y volví a acostarme a su lado.
-Nada que ver, estás soñando-le dije, acomodándome en la cama y dándole la espalda..
-No lo viste? Pero si se movió, te juro que…
-Lindo, te juro que no se movió- dije aprestándome a dormir de nuevo, con algo de susto. El sujeto en cuestión nunca supo que efectivamente el vaso se movió. Quien sabe, tal vez un día le cuente.

Marzo del 2008

-No te puedo creer! A mí también me pasó algo raro en un motel
-En serio? –Le pregunté a mi amiga, que también había vivido una experiencia paranormal como la mía.
-Sí, estábamos ahí y sentimos que alguien caminó por la pieza, se movió. A mí me dio demasiado susto y me tapé entera. Mi pololo miró pero no había nadie.
-Que susto!
-Sí. Es que los moteles siempre son casas antiguas, grandes, quizá cuanta gente se murió antes ahí.
-Sí, es verdad…incluso deben haber ocurrido crímenes pasionales.
Es verdad, los moteles suelen ser casas antiguas, reacondicionadas para fines amatorios, pero con historias interminables de gente que estuvo de paso, que se amó, se odió, terminó, se mató incluso.

Reflexión

Los moteles son lugares interesantes. Desde la gente que entra, que muchas veces son parejas tan disparejas, otras, asustados adolescentes con mochila al hombro que por su cara se diría que nunca han estado en uno. La gente que atiende, tan acostumbrada a la cotidianeidad del ir y venir de los amantes. Los diseños de las sábanas, de las cortinas, el maní salado y el jabón individual que nunca es de buena calidad pero que sin embargo es tan útil. El que te pregunten “viene por noche o por momento?” cuando entras y el marcar cero para avisar a la recepción que se desocupará la pieza.
Durante mi época universitaria fui fiel cliente de los moteles. Al principio, de los más baratos cerca de la USACH en Estación Central, pensados para parejas de estudiantes. Después, los clásicos de Marín, donde me ocurrió la historia que aparece al principio de este post, y luego, esporádicamente, cuando uno quiere darse un capricho, uno que otro de mejor categoría.
Como vivo sola, ya no necesito ir a un motel cuando estoy emparejada, pero no puedo negar que a veces es entretenido el juego de entrar, dejar el carnet y pensar que esa habitación en la que tantas otras parejas se han amado, se convertirá en tu propio nido de amor por las siguientes tres horas.

domingo, 23 de marzo de 2008

De vuelta...

Vuelvo al (y del) Sur

Una de mis amigas me decía que conocía a poca gente que como yo, tuviera experiencias cercanas a lo religioso en contacto con la naturaleza. Debe ser porque no soy religiosa ni me considero demasiado espiritual, pero sí profundamente sensible a la belleza natural, sobre todo en climas fríos y lluviosos.
Así que como siempre, agarré mi mochila y me fui a conocer una zona que no conocía de esa parte de Chile: Entre Isla Huapi y Puerto Octay, y hacia la zona cordillerana hasta llegar al lago Maihue.
Como siempre, hubo gente maravillosa que me acogió en su casa como si fuera de su familia, que me dio de su comida, y me hizo sentir parte de algo que a simple vista no tiene nada que ver conmigo, pero que ahí está, como un lazo invisible, difícil de explicar pero tan fácil de sentir.
Cuando viajo, voy a buscarme a mí misma: a la yo que se sorprende y se maravilla de los insectos multicolores, de las caídas de agua, del frío de los ríos, de la transparencia de los lagos y de ese momento justo antes de quedarse dormida en el que uno sólo escucha el clamor del agua, lejano, y el viento que se enreda entre los árboles.
Por eso siempre vuelvo al Sur, siempre voy a buscarme de vuelta, a sentirme aventurera, sorprendida, adaptable…en contacto con todo.

La última llovizna

Pese a lo que me han dicho a veces, creo no tener una vida amorosa miserable, y de hecho, aquel dicho que reza “no llueve pero gotea” creo que se hizo a mi medida.
Mi última aventura fue Mulder (protegeremos su identidad con esta chapa tan a lo “X Flies”).
Bailaba en una disco con mi amiga cuando, aburrida de que el chico que originalmente había llamado mi atención no me mirara, decidí acercarme a la barra a comprar una bebida. Íbamos caminando cuando un tipo le ofrece un cigarro a otro, y mi intención de seguir avanzando quedó frustrada por la extensión de manos. Mulder reparó en mí y le dijo a su amigo (que estaba ofreciendo el cigarro) que fuéramos los cuatro a bailar.
Perteneciente a una de las Fuerzas Armadas y de Orden, dos años menor que yo, bastante rico pero atrozmente derechista, cuadrado con su Institución, intolerante ante la diversidad y amante de su profesión. Qué más puedo decir de él?. Besaba bien pero pese a que llamó un par de veces después de que nos despedimos de beso y abrazo en la puerta de mi edificio, luego de que como todo un galán nos fuera a dejar en auto, la cosa no dio para más.
Como dije una vez, hay cosas que uno hace por un afán meramente deportivo, que hay que tener cuidado de dejar así. Total, ambas partes ya tuvieron su ganancia.

Cumpleaños

Siempre es difícil cumplir años, sobre todo (como escribí hace exactamente un año en este mismo blog) cuando uno no tiene a nadie especial que sostenga la torta mientras todos cantan el Cumpleaños Feliz. Nadie que te mire con esa mirada que es imposible que otra persona te dé en ninguna otra circunstancia que no sea en esa media luz, entre las pequeñas llamitas puestas sobre la torta y que cada año van siendo más.
El catastro entre ese post y este es bastante bueno, por cierto. No me siento miserable ni desdichada ni mucho menos, pero como le comenté a una amiga, echo en falta eso de tener a alguien con quien poder contar, a quien llamar para organizar una salida al cine improvisada, sin pensar en “a lo mejor debí esperar a que me llamara él”.
Entonces, eso es justo lo que pediré cuando el 26 de marzo sople las velitas de mi torta, sostenida por alguna de las personas que me quiere mucho y que quiere lo mejor para mí.

martes, 19 de febrero de 2008

La ternura

-Permiso, que me voy a sentar –dijo tomando amorosamente al Martin, mi pulpo de peluche, y apartándolo para poder sentarse sobre mi cama.
-Oh, a ti no te conocía!- dijo cuando tomó a Ernie, mi cerdito-cojín, relleno de pelotitas de plumavit pequeñísimas, para moverlo.
-No, es nuevo. Me lo regalaron para la navidad – le dije.
-¿Y como se llama?
-Ernie.
-Ah, ¿y se lleva bien con Martin?
-Jajajaja, sí, muy bien-le dije.
-Martin, ¿el Ernie se porta bien contigo, o no tanto?-dijo mirando al pulpo de peluche, que lucía su deliciosa y estática sonrisa mientras descansaba sus tentáculos de colores sobre mi cama.
No pudimos sino reírnos después de eso.
Tenemos 27 años yo y 29 él, pololeamos un año durante el 2005, nos separamos por su absorta y terca dedicación a un documental que por cierto resultó ser excelente, estuvimos dos años sin vernos y sin tener contacto alguno, y de repente y contra todos mis pronósticos y costumbres al respecto, resulta que nos está resultando esto de retomar la amistad.
Estamos en la etapa de hablar de lo que nos pasó y lo que vivimos en este tiempo, conocer mi departamento y además estamos pensando en hacer un proyecto de documental con algunos contactos que tengo, y por lo mismo, pensé que nunca iba a encontrar respuesta a esa pregunta que tampoco pensé que estaba flotando en el aire. Mientras nos reíamos de la tierna candidez y la ternura que compartimos en algunos ámbitos, entendí por qué, pese a lo distinto que es a mí, lo quise tanto.

martes, 5 de febrero de 2008

Documentales

“¿Está ocupado?”

Figuraba yo, arreglada y sola, buscando a Gonzalo en medio del mar humano que había ido a ver los documentales gratuitos al aire libre, en la explanada del MAC.
Cuando faltaba poco para que empezara, me resigné y me senté sola, pensando en que lo más fácil era mandarle un SMS diciéndole donde estaba, ya que era probable que los realizadores se tuvieran que sentar adelante y saludar a la Ministra de Cultura, que había ido a la inauguración.
-¿Está ocupado?-me dijo él, treintón, arregladito y con carita dulce, mientras yo tecleaba en el teléfono.
-No, siéntate nomás – le dije señalando la silla desocupada que estaba a mi lado
-Que bueno….oye, y viniste sola?
Así empezó una conversación con el guapo desconocido, interrumpida por los documentales. Al cabo de dos pausas, ya sabía que se llamaba Hernán, que tenía 35, que era ingeniero industrial y que había nacido en Concepción.
El último era el documental de Gonzalo. Nunca lo había visto y era buenísimo. De hecho casi lloré, en una mezcla de emoción infundida por un final precioso, un plano contrapicado maravilloso y esa canción que yo había escogido, en combinación con los sentimientos de aquellos días antes de terminar, en los que su devoción por ese proyecto me hacían sentir invisible.
-¿Qué vas a hacer ahora?- Me dijo Hernán cuando terminó la función, con ánimo inconfundible de “te invito un trago”, justo cuando por el rabillo del ojo derecho vi a Gonzalo buscarme entre la gente.
-Espérame- le dije
Nos encontramos y lo abracé, le dije todo lo que me había gustado su trabajo y lo contenta y orgullosa que estaba. Se emocionó mucho y me invitó a la celebración con sus amigos, algunos de los que conocía de nuestro tiempo de pololos. Le dije que no porque hacía frío y estaba cansada, pero quedamos de juntarnos de nuevo, el viernes de esa semana.
Volví donde Hernán y le dije lo mismo, que quería irme a mi casa, pero que si quería, me podía pedir mi número para juntarnos otro día. Él sonrió y sacó su teléfono para empezar a anotar.

Auge y caída

Ahí estaba, a la hora señalada, en la esquina donde habíamos quedado de juntarnos para almorzar. Yo estaba algo nerviosa, porque si mi vida fuera una comedia romántica, definitivamente empezaría conociendo al galán en una muestra de cine documental al aire libre.
Escogimos un restaurant cualquiera, y al cabo de 15 minutos yo ya quería que pidiéramos la cuenta.
Hernán, el guapo, vivía con su madre, a la que calificaba como una bruja, que le controlaba todos los pasos que daba, espantaba a sus amigos y lo trataba como quinceañero. Yo creo que lo quinceañero es no tomar medidas como irse de la casa si uno es una persona solvente y no acostumbrada a ese trato inhumano que me describía.
Además, mi galán odiaba Chile y encontraba que todo aquí era de lo peor: la política, la economía, la organización social, la mentalidad de la gente, pero que en Europa y Estados Unidos la cosa se hacía mucho mejor, aunque ignoraba la cantidad de plata en impuestos que eso costaba, y se sorprendió de que yo sí lo supiera. No había viajado ni una vez fuera del país pero estaba seguro que en cualquier parte la realidad era mejor que aquí. Yo opino que para criticar hay que conocer o al menos informarse, y que lejos la actitud menos constructiva del mundo es tirar malas vibras con pala y ventilador sin aportar en nada a las soluciones.
Para colmo insistía en pequeños detalles de coincidencia como si se trataran de la señal definitiva de que yo era la mujer de su vida (No te puedo creer, tomas el café con una de azúcar igual que yo, y mas encima te gusta el vino!!! Ah no, para por favor mira que me estoy asustando de todo lo que nos parecemos!!!)
Por fin llegó el postre con el café y la cuenta que él pagó, diciendo que esperaba que la próxima invitación fuera una cena y un buen vino. Yo asentí, convencida de que uno puede conocer a una persona en un auge impresionante, y que al segundo acto puede presenciar la irremediable caída.


Bonus: La esquiva Conicyt

Segunda vez que postulo y segunda vez que me dicen que no. La primera no tenía buen currículum y lo hice más como saludo a la bandera, y confiando en que la competencia sería mala, pero esta vez era distinto.
En un solo año, había progresado mucho, fui a 3 congresos a presentar trabajos, uno fuera de Chile, publiqué un artículo y hago una ayudantía Fondecyt.
Pero aún así no es suficiente.
No es sólo por esto, sino por todo. Siento que aunque he dado lo mejor de mí, me he matado y me he esforzado al tope, no consigo las cosas que me propongo.
Es cierto, no basta con desearlo y merecerlo, pero esta situación me da rabia. Sé que solo es una beca, y que si sumo y resto he logrado muchas cosas en el último tiempo, pero ahora todos esos logros me parecieron un poco vacíos.

viernes, 25 de enero de 2008

Un café con el ex

Frente al espejo
No estaba fea cuando estuve con él, pero ahora soy la versión 2.0 de esa Bárbara: más flaca, más grande, más empoderada de mi vida. Pensaba en eso mientras me miraba al espejo, en la cara que iba a poner, pese a que ya me había visto algo arreglada, pero el cumpleaños de la Sol no era lo mismo que juntarse solos, a recomponer la amistad y tomarse un café. Eso ameritaba mi mejor vestido, mi mejor cara y mi mejor peinado. Porque claro, una cosa es que quiera ser su amiga, pero otra eran esos 3.5 segundos en los que no iba a poder disimular la cara de sorpresa al verme tan linda.

En el café
-Tan seria que vienes!-me dijo saltando de no sé que parte, mientras yo lo buscaba con la mirada, pensando que aún no había llegado
-Hola, como te va?
-Bien y a tí?- Me dijo con esa cara en la que pensé mientras me arreglaba frente al espejo, dándose cuenta de lo linda que me veía.
-Bien también, vamos a buscar una mesa .
Nos sentamos, y para calentar motores, hablamos de la vida, de su documental, de los festivales al que iba a enviarlos y de sus proyectos.
Básicamente, el consejo que quería pedirme era respecto del talento y la vocación. Necesitaba que alguien en quien pudiera confiar-según me dijo- le diera una opinión acerca del rumbo que estaba tomando su vida, y aunque yo creí que sólo podía aportar con cosas de perogrullo pero de las que estoy convencida, como decirle que tenía talento, que iba a llegar lejos y que siguiera así, fue algo importante para él.
Me dijo que estaba contento de la buena onda, de la posibilidad de conversar esas cosas conmigo y de la cercanía.

El abrazo
Después de las declaraciones de fe respecto del talento y la amistad, vino el abrazo de rigor. Al soltarnos, sentí que me miró un poquito hacia abajo, con una cara que conozco muy bien.
-No- le dije sabiendo que la idea de besarme había cruzado por su cabeza- Ahora los dos estamos en otra, cierto?
-Sí, perdona- Me dijo como avergonzado.
-No, no te preocupes. Sólo quiero que eso quede muy claro, porque a mí de verdad me interesa que seamos amigos.
-Tienes toda la razón, a mí también- me dijo

En el paradero
Mientras caminábamos, después de haber conversado de nuestra separación, de mis planes académicos y de viajes, y de haber pagado la cuenta a medias, sentí que todo estaba bien.
Sentí que habíamos superado el punto de inflexión romántico en este nuevo reencuentro, quedado claros respecto a lo que venía, y que respecto a nuestra separación habíamos consensuado la versión oficial: los dos queríamos un tipo de relación de pareja que el otro no quería.
Además, ya había recibido la invitación oficial para el estreno del famoso documental en un festival de cortometrajes de Santiago.
Por eso, parados en la Alameda, esperando la micro, me sentí en paz con él. Y ese es un muy buen sentimiento.

martes, 22 de enero de 2008

¿Princesa o Amazona?

-El problema de la generación de mujeres entre 25 y 35 años es que no saben si quieren ser princesas o amazonas
-¿Cómo así?-dije apoyando mi mejilla derecha sobre mi mano, ladeando un poco la cabeza, y mirándolo, para que me explicara su teoría
-Eso. Las minas mayores de 35 la tienen clara: son princesas y fueron educadas para serlo: les gusta que uno las cuide, las proteja, hasta que las cele un poco. Una pareja es un apoyo para ellas y no un compañero. Quieren un príncipe azul poh.
-Sí, puede ser…pero no creo que tenga que ver con la edad. Hay minas así de 50 y de 15- le dije, sin adscribir del todo a su teoría
-Pero piensa en las más chicas, las menores de 25. Las pendejas son unas amazonas, mucho más masculinas, más independientes y menos enrolladas, se relacionan de otra manera con los hombres. Son más resueltas, y no les da susto ni vergüenza llevar la iniciativa.
-ya…
-Eso. Y el problema está en las del medio, que se creen amazonas pero que quieren que las traten como princesas, me cachai?
Recién le estaba entendiendo su teoría
-Sí, pero eso es común a todas las mujeres.-le dije- Yo misma soy independiente, con iniciativa y todas esas cosas, pero también quiero que me traten bien...
-Si no se trata de querer que te traten bien o mal, sino en la forma en que tú misma te paras ante los otros: como la mina que busca protección, apoyo y soporte, o la que privilegia la independencia y la autovalencia
-Te entiendo perfecto, pero encuentro que no tiene nada que ver una cosa con la otra-le dije mientras me comía los últimos bocados de mi ensalada.
-¿Por qué no? Yo creo que tú eres un ícono de esa disociación, Bárbara
Esto ya era personal
-¿Por qué?
-Porque claro, eres super independiente, vives sola, te molesta que se metan en tu metro cuadrado, pero igual te gusta el hombre que venga y te resuelva la vida

Definitivamente: Esto sí era personal
-Uf, si crees eso entonces no me conoces nada. Igual no creo ser la super amazona que anda por ahí diciendo “yo soy tan bacán e independiente que no necesito a nadie”, pero la verdad, el modelo de hombre protector, que cuida y contiene no puede estar más lejos de lo que yo ando busando
-¿Ah sí? Pucha, entonces por eso nunca me ha resultado. Voy a tener que cambiar mi estrategia de invitarte a almorzar…
Terminamos de comer en silencio, por suerte nos quedaba poco. Pedimos la cuenta porque teníamos que volver al trabajo y cuando llegó, puse exactamente la mitad sobre la canastita, rápida como una amazona al disparar su flecha.

lunes, 7 de enero de 2008

Reencuentro

El asiento de atrás
-Yo puedo tomar un taxi, no te preocupes
-No, si no me preocupo, solo te digo que te voy a dejar
-No, de verdad no hace falta
-No me discutas- Me dijo bajando un poco la cabeza, levantando la mirada y clavando sus ojos chiquititos en los míos, como era su costumbre para demostrar que estaba totalmente convencido de algo.
También teníamos que pasar a dejar a la Pachi, la amiga con la que había ido al cumpleaños de la Sol, que también era amiga mía, de modo que los tres caminamos hacia el auto.
Al acercarnos, rodeé el vehículo por atrás, y casi al extender la mano para abrir la puerta del copiloto, entré en razón. Ese asiento que ocupé durante casi un año ya no era para mí, pese a que la Pachi se bajaba antes que yo.
Así que como buena ex polola, giré como para que no advirtieran mi acto fallido y abrí la puerta, me subí y me senté en el asiento de atrás.

Cinco horas antes
La Sol abrió mucho los ojos, pronunció en silencio pero con la boca muy abierta algo que no fui capaz de comprender, y señalaba hacia atrás, como si viniera entrando alguien inesperado y tratara de visarme.
Yo no entendí mucho, pero tampoco debí esperar demasiado para averiguarlo. Venía llegando él, acompañado de la Pachi. Los dos eran amigos de la Sol, al igual que yo, pero nunca habíamos coincidido en ninguna de sus fiestas.
No lo había visto en 2 años, desde esa tarde en la que nos juntamos después del trabajo a devolvernos nuestras cosas (en esa ocasión le dije que era un "intercambio de prisioneros"), un par de días después de que termináramos.
Desde hace poco tiempo que estábamos en contacto por circunstancias de la vida, y aunque los mails eran muy cordiales, tampoco eran tan frecuentes.
Estos contactos me tenían contenta, pese a que la amistad con los ex es un deporte que no practico y del que siempre he renegado, pero sí creo en las excepciones cuando a uno las cosas le nacen de verdad.
Justo la semana anterior me había invitado a ver la exhibición de su documental, aquél por el que me dejó de lado en un período bastante complicado de mi vida, lo que hizo que en último término nos separáramos. Yo había aceptado y más que mal, me parecía un lindo gesto de su parte, pero claro, la Sol no sabía eso, lo que explica su cara de terror y su gesto desesperado para avisarme del peligro.
Cuando entró, nos saludamos cordialmente, nos sentamos juntos, conversamos de la vida, del trabajo, de los premios que se ha ganado su documental y de mi vida colapsada entre el magíster, la pega y la ayudantía.

“Te portaste super bien conmigo”
Estacionó frente a mi edificio, y me dijo que le había encantado verme, y quería pedirme un favor.
“Estoy pasando un período complicado de pega, y tengo que tomar algunas decisiones, y como tú me conoces tanto, quería un consejo”, me dijo.
Yo le dije que no tenía ningún problema, que contara con eso y que nos pusiéramos de acuerdo para juntarnos.
Antes de bajarme, le di un abrazo gigante, que me nació desde lo más hondo y que a él también le nació desde lo más hondo responder. Me dijo que con el café también conversaríamos el tema de nuestra ruptura. “Pero eso sí, quiero que sepas que tengo super claro que aunque las cosas las terminaste tú, siempre te portaste super bien conmigo”. Eso me emocionó, porque una cosa es que uno lo sepa, y otra muy distinta que el otro te lo diga.

jueves, 3 de enero de 2008

La lluvia en el alma

Me saqué la parka lentamente, sabiendo perfectamente todo lo que iba a venir después: el frío, el agua sobre mi cuerpo, sobre mi cara, el escalofrío. Pero lo hice de todos modos. Quería ser parte de ese todo y que la lluvia se me metiera en el cuerpo, en el alma. Quería traerme en la piel la humedad del sur, el olor a cocina a leña, a pasto, a tierra mojada.
No había nadie más en la orilla, sólo el lago, las piedras, la lluvia, y ese sonido inolvidable, como si todos los grillos del mundo estuvieran en ese segundo cantando la misma canción pero con un pequeño desfase entre unos y otros.
Abrí los brazos y cerré los ojos, y me entregué a todo. Podría haberme muerto en ese segundo, y hubiera dado igual. Podría haberme quedado eternamente bajo esa lluvia, dejando que me inundara y que se colara por todos mis rincones.
Podría haberme quedado a vivir en la isla Huapi, pero la ciudad siempre es más fuerte y me llamó de vuelta. Al menos, me traje la humedad del sur dentro de mí.

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