martes, 26 de enero de 2010

¿Existen las coincidencias?

Levanté la vista y miré por la ventana de la micro después de leer el mensaje, y sólo me encontré con mi cara de asombro reflejada en el vidrio. "Esto no puede ser", pensé, guardando el celular en la cartera.

Acababa de llegarme un mensaje de Lan.com, para avisarme que mi vuelo a Madrid había sido cambiado de horario. MI VUELO A MADRID!! ¿¿Cuál vuelo a Madrid??

¿Existen las coincidencias? Esto pasa justo ahora que estoy cambiándome de casa, dejando mi departamento maravilloso y volviendo al cobijo de mis padres para juntar plata y poder irme a Madrid (no es ninguna otra ciudad del mundo, es Madrid) a estudiar.

"Quizás alguien dio mal el teléfono cuando hizo la reserva, y por eso el mensaje me llegó a mí", pensé, para aquietar la sensación de fatum griego que se agitaba dentro de mí, y que me mostraba que de una u otra forma -y pese a que odio esa idea-, las cosas que viviremos ya están escritas en alguna parte. "Matarás a tu padre y te casarás con tu madre", le dijo la esfinge a Edipo, destrozando la certeza de todos a quienes nos gusta pensar que con cada una de nuestras acciones escribimos un futuro que no existe.

Llegué a la oficina, y cuando abrí mi correo, Edipo, parado a mi espalda y con sus labios a centímetros de mi nuca, me gritó que estaba equivocada: En mi mail institucional estaba un mensaje de Lan.com, confirmando el retraso del vuelo a Madrid, a mi nombre!

"Esto está mal, o tengo un mescenas clandestino que me acaba de regalar un pasaje a Madrid", pensé, marcando el número del Call Center.

La mujer que me atendió debió pensar que estaba loca. Me preguntó 20 veces si yo no había comprado el vuelo y no lo recordaba, o si otra persona dio mis datos para comprarlo a mi nombre, y luego de la vez número 21 me pidió mi rut para chequear en el sistema, donde efectivamente, no figuraba en ningún pasaje a Madrid, pero sí estaba registrada con mi mail y mi teléfono para avisar en caso de modificaciones de fecha o de hora de ese vuelo.

-Le pedismo disculpas, señorita Bárbara, la verdad es que no entendemos qué pasó. Vamos a desvincular inmediatamente sus datos de los correos y mensjaes de aviso de retrasos
-¿Sabes?, parece que yo ya entendí qué pasó- le dije, iluminada
-Si? Qué cosa?
-Edipo....el fatum griego- le dije, sabiendo que no entendería nada
-Cómo? no le entendí....
-No, no te preocupes. Muchas gracias por tu tiempo

Al menos, Edipo, ya recibí tu mensaje: Estoy en el camino correcto.

lunes, 18 de enero de 2010

De cambios

Hoy estoy un poco triste. Hace tiempo no escribía en este espacio porque ninguna de mis aventuras sentimentales -que siendo honesta, han sido poquísimas- daba el ancho como para escribir sobre ella. Encuentros, desencuentros y minutos-horas- mirando a mi celular esperando a que sonara. Sin sonar. Nada muy épico.

A veces creo que soy yo la que no entiende bien, la que tiene el barómetro medio descalibrado, o las luces de WARNING demasiado hipersensibilizadas. Incluso he pesnado que esa "belleza exótica" detrás de la que nos escondemos todas aquellas mujeres que no somos modelos de Sports Illustrated, era simplemente una fealdad mirada con demasiado beneplácito, o que esa inteligencia ácida de la que presumía como principal virtud no era otra cosa que un pálido sentido del humor y algo de elocuencia, pero nada más.
Otras veces creo que son ellos los que están mal, que quieren al prototipo de mujer guapa y mononeuronal al que terminamos crucificando siempre, como si así pudiéramos expiar nuestros males y pecados de mujeres modernas, que trabajan, estudian, se desempeñan en la vida laboral pero que también quieren mantener su rol de mujer en el mundo privado, en la cocina, la casa y la cama.

A veces siento que soy invisible. Inaudible. Imperceptible. Que me borré detrás de la estampa de la "chilena promedio" que por ser tan condenadamente promedio no destaca ni para bien ni para mal.

Tal vez todo esto -este estado de ánimo gris como el día -pueda deberse a las decisiones que he tomado, y que me alejarán de mi comodidad, de mi vida de joven profesional viviendo en el centro de santiago, a un paso de todo y en el epicentro de la vida gastronómica y cultural de la ciudad, y me llevarán a la casa materna de vuelta, tras 4 años de independencia.

No me malentiendan, es algo que quiero hacer, y que elegí hacer. El objetivo es tan común y simple como inalcanzable de otro modo: Quiero ahorrar plata para estudiar fuera de Chile, y este es el único camino más corto y rentable que se me ocurrió, y que no implicaba la venta de ninguno de mis órganos vitales en el mercado negro.

Tal vez el empalme entre estas dos situaciones de mi presente se encuentre en él, el chico más cool con que salí nunca. Pololeamos incluso, hasta que la cosa terminó tórridamente -ya lo he contado mil veces, asi que me ahorraré la 1.001-.
Fue él el que estuvo a mi lado cuando me compré el departamento y me cambié. Él durmió conmigo en la primera noche de mi nueva vida, y me siento un poco -bien- vacía ahora que estoy emprendiendo el viaje de vuelta -por motivos nobles, concretos y justificados- y no hay nadie junto a mí que me ayude con las maletas.

Lo sé. Soy una mujer fuerte, y que usualmente se la puede con todas las cosas que la vida le endose, pero son justo estas pequeñas cosas las que me cagan: a veces sería tan bueno ser un poco débil y tener a alguien en quien poder cargarme un poco, que me prestara su hombro para este tránsito que me está resiultando tan complejo... y tan solitario.