miércoles, 22 de septiembre de 2010

Casi llegando

Me miro al espejo del probador y no puedo creer lo bien que me queda el pantalón. Es cierto, estoy más flaca. Por supuesto, mi guata sigue siendo más bien blandita y se me hace un rollo al sentarme, pero creo que hace años no tenía la cintura tan marcada, a lo que también ayuda la blusa de buen corte que llevo puesta.

Estoy bien. Me siento linda.

Y no es sólo porque el rucio me haya convencido después de decírmelo tantas veces, ni porque de verdad noté lo bien que vende el modelo latinoamericano en Europa. Es porque me siento bien conmigo misma ahora que estoy cerrando los ciclos que empecé hace bastante tiempo, y que han sido largos, e incluso a veces poco felices.

El traje que tengo puesto es para la defensa de mi tesis, la próxima semana. Por fin voy a terminar el magíster, después de casi 4 años de esclavitud intelectual de fin de semana, de trabajo hasta tarde, de malabarismo en los horarios para compatibilizar la pega, los mil pitutos, la vida familiar y social, y el sueño. Y no ha sido fácil. Me quejé mil veces de este proceso, de mi tozudez por querer estudiar, de mi falta de tiempo, de mi confinamiento en lo académico.

Pero aquí estoy, en un pantalón talla 40 y una blusa negra de líneas verticales, mirándome al espejo del probador de la tienda, planificando los últimos detalles de mi defensa y sintiendo cómo se acerca el fin del ciclo, el cierre, y cómo se abre todo lo bueno que viene en el futuro.

Aquí estoy, casi en la meta, casi llegando.

lunes, 13 de septiembre de 2010

No sé por dónde empezar

Podría comenzar por el minuto 1, por el reencuentro en el aeropuerto de Frankfurt, ese momento Kodak como ningún otro en mi vida. Él con una rosa y su sonrisa perfecta, y yo con mi maleta roja corriendo como una loca a sus brazos, y besándonos y acariciándonos como adolescentes, como si entre el último beso que nos dimos en Abril y el que nos estábamos dando en ese momento no hubieran pasado cuatro meses, sino que un suspiro.

Podría comenzar por la despedida, en el mismo aeropuerto, que empezó con la tortura de la línea de ingreso a policía internacional, donde entré después de darle un último beso y donde me tuve que contener, con las rodillas temblando, por más de cinco minutos, sabiendo que él estaba parado detrás de mí, sin poder entrar a abrazarme de nuevo, y que yo debía esperar hasta que mi equipaje pasara por la máquina de rayos X. Después, un último adiós con la mano, un corazón dibujado en el aire, y la rápida carrera a buscar un baño para poder llorar en paz. En eso estaba cuando una española golpeó la puerta del privado, sacándome de mi dolor y de mi desconexión con la realidad, y diciéndome “perdona, estás bien?... Necesitas que te lleve a la enfermería o que te ayude?”.

Podría empezar hablando de las maravillas de las tres semanas en Alemania. Del cartel de “Bienvenida” que colgó en la ventana de su casa para esperarme. De la presentación a la familia y los amigos. De los desayunos a la cama. De los mimos y el amor de madrugada. De la ternura y la pasión. De los paseos en auto, las idas al supermercado y las maratónicas sesiones de revisión de fotos de la infancia, la adolescencia y la juventud. De la noche en Meersburg, ciudad preciosa organizada alrededor de un castillo, donde caminamos, nos miramos a los ojos pero con el alma, nos dijimos las palabras más dulces y más tiernas del mundo, cenamos en el mejor restaurant mirando al lago de Konstanz, y donde vimos una estrella fugaz y pedimos un deseo de amor.

Podría empezar contando un detalle cronológico de los hechos importantes, como mi formación de periodista me sugiere, pero no.

Voy a empezar por el final, ese final que no tiene nada de cronológico, que quizás se salta algunos episodios, pero que encierra todo lo maravilloso que vivimos juntos y la voluntad que luego de varias conversaciones -y más de alguna discusión- consensuamos: el rucio viene en diciembre a Chile, y durante su visita haremos planes para ver cómo sigue esta relación el próximo año, porque así como van las cosas, me voy con él a Alemania.