martes, 19 de febrero de 2008

La ternura

-Permiso, que me voy a sentar –dijo tomando amorosamente al Martin, mi pulpo de peluche, y apartándolo para poder sentarse sobre mi cama.
-Oh, a ti no te conocía!- dijo cuando tomó a Ernie, mi cerdito-cojín, relleno de pelotitas de plumavit pequeñísimas, para moverlo.
-No, es nuevo. Me lo regalaron para la navidad – le dije.
-¿Y como se llama?
-Ernie.
-Ah, ¿y se lleva bien con Martin?
-Jajajaja, sí, muy bien-le dije.
-Martin, ¿el Ernie se porta bien contigo, o no tanto?-dijo mirando al pulpo de peluche, que lucía su deliciosa y estática sonrisa mientras descansaba sus tentáculos de colores sobre mi cama.
No pudimos sino reírnos después de eso.
Tenemos 27 años yo y 29 él, pololeamos un año durante el 2005, nos separamos por su absorta y terca dedicación a un documental que por cierto resultó ser excelente, estuvimos dos años sin vernos y sin tener contacto alguno, y de repente y contra todos mis pronósticos y costumbres al respecto, resulta que nos está resultando esto de retomar la amistad.
Estamos en la etapa de hablar de lo que nos pasó y lo que vivimos en este tiempo, conocer mi departamento y además estamos pensando en hacer un proyecto de documental con algunos contactos que tengo, y por lo mismo, pensé que nunca iba a encontrar respuesta a esa pregunta que tampoco pensé que estaba flotando en el aire. Mientras nos reíamos de la tierna candidez y la ternura que compartimos en algunos ámbitos, entendí por qué, pese a lo distinto que es a mí, lo quise tanto.

martes, 5 de febrero de 2008

Documentales

“¿Está ocupado?”

Figuraba yo, arreglada y sola, buscando a Gonzalo en medio del mar humano que había ido a ver los documentales gratuitos al aire libre, en la explanada del MAC.
Cuando faltaba poco para que empezara, me resigné y me senté sola, pensando en que lo más fácil era mandarle un SMS diciéndole donde estaba, ya que era probable que los realizadores se tuvieran que sentar adelante y saludar a la Ministra de Cultura, que había ido a la inauguración.
-¿Está ocupado?-me dijo él, treintón, arregladito y con carita dulce, mientras yo tecleaba en el teléfono.
-No, siéntate nomás – le dije señalando la silla desocupada que estaba a mi lado
-Que bueno….oye, y viniste sola?
Así empezó una conversación con el guapo desconocido, interrumpida por los documentales. Al cabo de dos pausas, ya sabía que se llamaba Hernán, que tenía 35, que era ingeniero industrial y que había nacido en Concepción.
El último era el documental de Gonzalo. Nunca lo había visto y era buenísimo. De hecho casi lloré, en una mezcla de emoción infundida por un final precioso, un plano contrapicado maravilloso y esa canción que yo había escogido, en combinación con los sentimientos de aquellos días antes de terminar, en los que su devoción por ese proyecto me hacían sentir invisible.
-¿Qué vas a hacer ahora?- Me dijo Hernán cuando terminó la función, con ánimo inconfundible de “te invito un trago”, justo cuando por el rabillo del ojo derecho vi a Gonzalo buscarme entre la gente.
-Espérame- le dije
Nos encontramos y lo abracé, le dije todo lo que me había gustado su trabajo y lo contenta y orgullosa que estaba. Se emocionó mucho y me invitó a la celebración con sus amigos, algunos de los que conocía de nuestro tiempo de pololos. Le dije que no porque hacía frío y estaba cansada, pero quedamos de juntarnos de nuevo, el viernes de esa semana.
Volví donde Hernán y le dije lo mismo, que quería irme a mi casa, pero que si quería, me podía pedir mi número para juntarnos otro día. Él sonrió y sacó su teléfono para empezar a anotar.

Auge y caída

Ahí estaba, a la hora señalada, en la esquina donde habíamos quedado de juntarnos para almorzar. Yo estaba algo nerviosa, porque si mi vida fuera una comedia romántica, definitivamente empezaría conociendo al galán en una muestra de cine documental al aire libre.
Escogimos un restaurant cualquiera, y al cabo de 15 minutos yo ya quería que pidiéramos la cuenta.
Hernán, el guapo, vivía con su madre, a la que calificaba como una bruja, que le controlaba todos los pasos que daba, espantaba a sus amigos y lo trataba como quinceañero. Yo creo que lo quinceañero es no tomar medidas como irse de la casa si uno es una persona solvente y no acostumbrada a ese trato inhumano que me describía.
Además, mi galán odiaba Chile y encontraba que todo aquí era de lo peor: la política, la economía, la organización social, la mentalidad de la gente, pero que en Europa y Estados Unidos la cosa se hacía mucho mejor, aunque ignoraba la cantidad de plata en impuestos que eso costaba, y se sorprendió de que yo sí lo supiera. No había viajado ni una vez fuera del país pero estaba seguro que en cualquier parte la realidad era mejor que aquí. Yo opino que para criticar hay que conocer o al menos informarse, y que lejos la actitud menos constructiva del mundo es tirar malas vibras con pala y ventilador sin aportar en nada a las soluciones.
Para colmo insistía en pequeños detalles de coincidencia como si se trataran de la señal definitiva de que yo era la mujer de su vida (No te puedo creer, tomas el café con una de azúcar igual que yo, y mas encima te gusta el vino!!! Ah no, para por favor mira que me estoy asustando de todo lo que nos parecemos!!!)
Por fin llegó el postre con el café y la cuenta que él pagó, diciendo que esperaba que la próxima invitación fuera una cena y un buen vino. Yo asentí, convencida de que uno puede conocer a una persona en un auge impresionante, y que al segundo acto puede presenciar la irremediable caída.


Bonus: La esquiva Conicyt

Segunda vez que postulo y segunda vez que me dicen que no. La primera no tenía buen currículum y lo hice más como saludo a la bandera, y confiando en que la competencia sería mala, pero esta vez era distinto.
En un solo año, había progresado mucho, fui a 3 congresos a presentar trabajos, uno fuera de Chile, publiqué un artículo y hago una ayudantía Fondecyt.
Pero aún así no es suficiente.
No es sólo por esto, sino por todo. Siento que aunque he dado lo mejor de mí, me he matado y me he esforzado al tope, no consigo las cosas que me propongo.
Es cierto, no basta con desearlo y merecerlo, pero esta situación me da rabia. Sé que solo es una beca, y que si sumo y resto he logrado muchas cosas en el último tiempo, pero ahora todos esos logros me parecieron un poco vacíos.