viernes, 25 de enero de 2008

Un café con el ex

Frente al espejo
No estaba fea cuando estuve con él, pero ahora soy la versión 2.0 de esa Bárbara: más flaca, más grande, más empoderada de mi vida. Pensaba en eso mientras me miraba al espejo, en la cara que iba a poner, pese a que ya me había visto algo arreglada, pero el cumpleaños de la Sol no era lo mismo que juntarse solos, a recomponer la amistad y tomarse un café. Eso ameritaba mi mejor vestido, mi mejor cara y mi mejor peinado. Porque claro, una cosa es que quiera ser su amiga, pero otra eran esos 3.5 segundos en los que no iba a poder disimular la cara de sorpresa al verme tan linda.

En el café
-Tan seria que vienes!-me dijo saltando de no sé que parte, mientras yo lo buscaba con la mirada, pensando que aún no había llegado
-Hola, como te va?
-Bien y a tí?- Me dijo con esa cara en la que pensé mientras me arreglaba frente al espejo, dándose cuenta de lo linda que me veía.
-Bien también, vamos a buscar una mesa .
Nos sentamos, y para calentar motores, hablamos de la vida, de su documental, de los festivales al que iba a enviarlos y de sus proyectos.
Básicamente, el consejo que quería pedirme era respecto del talento y la vocación. Necesitaba que alguien en quien pudiera confiar-según me dijo- le diera una opinión acerca del rumbo que estaba tomando su vida, y aunque yo creí que sólo podía aportar con cosas de perogrullo pero de las que estoy convencida, como decirle que tenía talento, que iba a llegar lejos y que siguiera así, fue algo importante para él.
Me dijo que estaba contento de la buena onda, de la posibilidad de conversar esas cosas conmigo y de la cercanía.

El abrazo
Después de las declaraciones de fe respecto del talento y la amistad, vino el abrazo de rigor. Al soltarnos, sentí que me miró un poquito hacia abajo, con una cara que conozco muy bien.
-No- le dije sabiendo que la idea de besarme había cruzado por su cabeza- Ahora los dos estamos en otra, cierto?
-Sí, perdona- Me dijo como avergonzado.
-No, no te preocupes. Sólo quiero que eso quede muy claro, porque a mí de verdad me interesa que seamos amigos.
-Tienes toda la razón, a mí también- me dijo

En el paradero
Mientras caminábamos, después de haber conversado de nuestra separación, de mis planes académicos y de viajes, y de haber pagado la cuenta a medias, sentí que todo estaba bien.
Sentí que habíamos superado el punto de inflexión romántico en este nuevo reencuentro, quedado claros respecto a lo que venía, y que respecto a nuestra separación habíamos consensuado la versión oficial: los dos queríamos un tipo de relación de pareja que el otro no quería.
Además, ya había recibido la invitación oficial para el estreno del famoso documental en un festival de cortometrajes de Santiago.
Por eso, parados en la Alameda, esperando la micro, me sentí en paz con él. Y ese es un muy buen sentimiento.

martes, 22 de enero de 2008

¿Princesa o Amazona?

-El problema de la generación de mujeres entre 25 y 35 años es que no saben si quieren ser princesas o amazonas
-¿Cómo así?-dije apoyando mi mejilla derecha sobre mi mano, ladeando un poco la cabeza, y mirándolo, para que me explicara su teoría
-Eso. Las minas mayores de 35 la tienen clara: son princesas y fueron educadas para serlo: les gusta que uno las cuide, las proteja, hasta que las cele un poco. Una pareja es un apoyo para ellas y no un compañero. Quieren un príncipe azul poh.
-Sí, puede ser…pero no creo que tenga que ver con la edad. Hay minas así de 50 y de 15- le dije, sin adscribir del todo a su teoría
-Pero piensa en las más chicas, las menores de 25. Las pendejas son unas amazonas, mucho más masculinas, más independientes y menos enrolladas, se relacionan de otra manera con los hombres. Son más resueltas, y no les da susto ni vergüenza llevar la iniciativa.
-ya…
-Eso. Y el problema está en las del medio, que se creen amazonas pero que quieren que las traten como princesas, me cachai?
Recién le estaba entendiendo su teoría
-Sí, pero eso es común a todas las mujeres.-le dije- Yo misma soy independiente, con iniciativa y todas esas cosas, pero también quiero que me traten bien...
-Si no se trata de querer que te traten bien o mal, sino en la forma en que tú misma te paras ante los otros: como la mina que busca protección, apoyo y soporte, o la que privilegia la independencia y la autovalencia
-Te entiendo perfecto, pero encuentro que no tiene nada que ver una cosa con la otra-le dije mientras me comía los últimos bocados de mi ensalada.
-¿Por qué no? Yo creo que tú eres un ícono de esa disociación, Bárbara
Esto ya era personal
-¿Por qué?
-Porque claro, eres super independiente, vives sola, te molesta que se metan en tu metro cuadrado, pero igual te gusta el hombre que venga y te resuelva la vida

Definitivamente: Esto sí era personal
-Uf, si crees eso entonces no me conoces nada. Igual no creo ser la super amazona que anda por ahí diciendo “yo soy tan bacán e independiente que no necesito a nadie”, pero la verdad, el modelo de hombre protector, que cuida y contiene no puede estar más lejos de lo que yo ando busando
-¿Ah sí? Pucha, entonces por eso nunca me ha resultado. Voy a tener que cambiar mi estrategia de invitarte a almorzar…
Terminamos de comer en silencio, por suerte nos quedaba poco. Pedimos la cuenta porque teníamos que volver al trabajo y cuando llegó, puse exactamente la mitad sobre la canastita, rápida como una amazona al disparar su flecha.

lunes, 7 de enero de 2008

Reencuentro

El asiento de atrás
-Yo puedo tomar un taxi, no te preocupes
-No, si no me preocupo, solo te digo que te voy a dejar
-No, de verdad no hace falta
-No me discutas- Me dijo bajando un poco la cabeza, levantando la mirada y clavando sus ojos chiquititos en los míos, como era su costumbre para demostrar que estaba totalmente convencido de algo.
También teníamos que pasar a dejar a la Pachi, la amiga con la que había ido al cumpleaños de la Sol, que también era amiga mía, de modo que los tres caminamos hacia el auto.
Al acercarnos, rodeé el vehículo por atrás, y casi al extender la mano para abrir la puerta del copiloto, entré en razón. Ese asiento que ocupé durante casi un año ya no era para mí, pese a que la Pachi se bajaba antes que yo.
Así que como buena ex polola, giré como para que no advirtieran mi acto fallido y abrí la puerta, me subí y me senté en el asiento de atrás.

Cinco horas antes
La Sol abrió mucho los ojos, pronunció en silencio pero con la boca muy abierta algo que no fui capaz de comprender, y señalaba hacia atrás, como si viniera entrando alguien inesperado y tratara de visarme.
Yo no entendí mucho, pero tampoco debí esperar demasiado para averiguarlo. Venía llegando él, acompañado de la Pachi. Los dos eran amigos de la Sol, al igual que yo, pero nunca habíamos coincidido en ninguna de sus fiestas.
No lo había visto en 2 años, desde esa tarde en la que nos juntamos después del trabajo a devolvernos nuestras cosas (en esa ocasión le dije que era un "intercambio de prisioneros"), un par de días después de que termináramos.
Desde hace poco tiempo que estábamos en contacto por circunstancias de la vida, y aunque los mails eran muy cordiales, tampoco eran tan frecuentes.
Estos contactos me tenían contenta, pese a que la amistad con los ex es un deporte que no practico y del que siempre he renegado, pero sí creo en las excepciones cuando a uno las cosas le nacen de verdad.
Justo la semana anterior me había invitado a ver la exhibición de su documental, aquél por el que me dejó de lado en un período bastante complicado de mi vida, lo que hizo que en último término nos separáramos. Yo había aceptado y más que mal, me parecía un lindo gesto de su parte, pero claro, la Sol no sabía eso, lo que explica su cara de terror y su gesto desesperado para avisarme del peligro.
Cuando entró, nos saludamos cordialmente, nos sentamos juntos, conversamos de la vida, del trabajo, de los premios que se ha ganado su documental y de mi vida colapsada entre el magíster, la pega y la ayudantía.

“Te portaste super bien conmigo”
Estacionó frente a mi edificio, y me dijo que le había encantado verme, y quería pedirme un favor.
“Estoy pasando un período complicado de pega, y tengo que tomar algunas decisiones, y como tú me conoces tanto, quería un consejo”, me dijo.
Yo le dije que no tenía ningún problema, que contara con eso y que nos pusiéramos de acuerdo para juntarnos.
Antes de bajarme, le di un abrazo gigante, que me nació desde lo más hondo y que a él también le nació desde lo más hondo responder. Me dijo que con el café también conversaríamos el tema de nuestra ruptura. “Pero eso sí, quiero que sepas que tengo super claro que aunque las cosas las terminaste tú, siempre te portaste super bien conmigo”. Eso me emocionó, porque una cosa es que uno lo sepa, y otra muy distinta que el otro te lo diga.

jueves, 3 de enero de 2008

La lluvia en el alma

Me saqué la parka lentamente, sabiendo perfectamente todo lo que iba a venir después: el frío, el agua sobre mi cuerpo, sobre mi cara, el escalofrío. Pero lo hice de todos modos. Quería ser parte de ese todo y que la lluvia se me metiera en el cuerpo, en el alma. Quería traerme en la piel la humedad del sur, el olor a cocina a leña, a pasto, a tierra mojada.
No había nadie más en la orilla, sólo el lago, las piedras, la lluvia, y ese sonido inolvidable, como si todos los grillos del mundo estuvieran en ese segundo cantando la misma canción pero con un pequeño desfase entre unos y otros.
Abrí los brazos y cerré los ojos, y me entregué a todo. Podría haberme muerto en ese segundo, y hubiera dado igual. Podría haberme quedado eternamente bajo esa lluvia, dejando que me inundara y que se colara por todos mis rincones.
Podría haberme quedado a vivir en la isla Huapi, pero la ciudad siempre es más fuerte y me llamó de vuelta. Al menos, me traje la humedad del sur dentro de mí.

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