miércoles, 6 de octubre de 2010

Círculo rojo

Un calendario.
Una fecha.
Un círculo rojo –mas bien un corazón- sobre uno de los números.
Un día del año, un día cualquiera.
El número es exactamente del mismo color y del mismo tamaño que sus otros 364 hermanos, pero este día es especial: El rucio compró su pasaje y ya tenemos fecha para nuestro próximo beso, ese que quedó en stand by en el aeropuerto de Frankfurt en Agosto pasado, y que tendrá su segunda parte en Santiago de Chile, a fines de Diciembre.

lunes, 4 de octubre de 2010

19,4%

Seis meses. 180 días.

180 días de los cuales sólo hemos estado 35 físicamente juntos, por lo que sólo un 19,4% de nuestra relación ha sido presencial.

Puesto así, suena una locura. Una insensatez. Y eso que todavía no llegamos a los puntos centrales: pololeamos en inglés, la lengua franca del Siglo XX, idioma que para ninguno de los dos es lengua materna.

Eso, sin mencionar las 17 horas de vuelo y los 8.099 kilómetros de distancia física que tenemos entremedio, lo que hace parecer que esta relación tiene al menos, un pronóstico no tan bueno.

Pero la distancia emocional tiende a cero, las horas de vuelo para estar juntos se reducen a los segundos que se demora en contestar mis llamadas de Skype, y respecto al idioma, bueno, no creo que ninguna pareja se entienda al 100%, incluso hablando el mismo idioma y compartiendo la misma cultura.

Lo bueno es que esto es temporal. El rucio viene a verme a Chile en Diciembre, para hablar en vivo y en directo cómo organizamos mi cambio de país a Alemania. Claro, pueden pasar mil cosas en el camino, pero ya tenemos la voluntad de hacerlo, que es lo más importante en esta historia, porque sin voluntad de querer estar juntos, no habríamos cumplido ni siquiera un mes juntos.

180 días. Seis meses. Tal como me dijo él, mientras brindaba conmigo con una copa de Champaña, en un huso horario de +6 “Salud por nuestro primer medio año juntos, y por todo lo que está en nuestro futuro”.

viernes, 1 de octubre de 2010

Magíster (al fin!)

Tercer acto: Salud!

Ahí estaba yo, en el Bar Catedral, con un birrete azul marino sobre la cabeza, con una copa de champaña en la mano y rodeada de la gente que me quiere, de mis compañeros de trabajo y de mi familia, celebrando.

Había llegado a la meta, y no solamente había terminado una etapa de mi vida, sino que además lo había hecho con honores: con un 7 unánime en mi examen de grado, por lo que mi título de Magister en Estudios Internacionales va a tener un apellido precioso: summa cum laude, la máxima distinción a la que un mortal que hace un postgrado puede optar.

Esperé tanto este momento. Trabajé tanto para esto, y también sentí que me merecía tanto que todo concluyera de esta forma, que no podía sino celebrar, porque la vida no siempre le da a uno aquello que uno sabe que se merece, y esta era una de aquellas veces.

Por fin, al final del camino, mirando hacia atrás y viendo cómo aquellos fines de semana y días completos de estudio y trabajo duro valieron la pena, porque pavimentaron el camino entre el inicio de mi magíster, hace casi cuatro años, y este momento.

Estoy contenta, agradecida, satisfecha. Viendo cómo se cierran los ciclos de esta manera tan maravillosa, y cómo muy pronto se abrirán otros ciclos, otras etapas de mi vida donde las nuevas perspectivas están también en otros horizontes.

Segundo Acto: “I am so proud of you, my chanchita!”

No podía marcar su teléfono, y empecé a angustiarme. Que el cero, el doble cero, el carrier, el código de país. ¿Cómo hago para llamar a un celular a Alemania? Ni siquiera la operadora de mi compañía sabía cómo. Y yo necesitaba decirle, así con mi voz, no por un SMS, cómo había resultado todo. El rucio estaba en Alemania, esperando las noticias de mi examen de grado, con una vela prendida desde la hora exacta en la que había comenzado mi defensa.

Por suerte mientras caminaba hacia el restaurant donde almorzaría con una amiga y ex compañera de Magíster, encontré un centro de llamados internacionales, y marqué su número.

Creo que me contestó mientras aún sonaba el primer ring, ansioso. Casi podía ver su sonrisa al otro lado de la línea, esa sonrisa entre maliciosa y de chico bueno que besé tantas veces y que ahora hubiera querido besar de nuevo.

-Tell me, tell me, honey!!!!- me dijo en lugar de “hi” o “how are you?”

-Maximum qualification, hundred percent- casi le grité, traduciendo mi 7 a porcentaje

- Yuhuuuuuu!!!! honey, such a good news!!!!!!!!!, you are fantastic!!! congratulations!!!!!!!!!- me gritaba el rucio al otro lado del teléfono y al otro lado del mundo- I want to jump right now!!!!!

-Oh yes honey, me too!!!! OK, just jump!!! We can jump together-le dije yo, saltando como una loca dentro de la caseta telefónica, que tenía vidrios hacia afuera, desde donde el administrador me miraba con cara de “pobre loca”, y diciendo al unísiono con él -jump, jump, jump, jump!

-Oh yes, I am jumpigng Darling!!! Yuhu!!!!!!!!! I am so proud of you my chanchita- el rucio me gritaba y saltaba, estaba feliz, portándose como latinoamericano y diciéndome chanchita, pero en español, así como yo le digo my schatz, que significa “tesoro” en alemán.

-Oh yes my love, I am so happy, the examination was really grate!!!!! I was very calm and full of self confidence!!!! Everything was OK and now, I am Master of Arts!!!!!!!

-Oh, please Darling!!!! tell me how was your examination!!!!

Primer acto: El examen

Entré caminando sobre mis zapatos de tango, una especie de cábala para este día tan importante. El pelo planchado y perfecto, maquillaje y accesorios sobrios, y el pantalón y la blusa que me había comprado para la ocasión, y lo principal: el deseo de querer hacerlo bien, porque realmente había trabajado duro en mi tesis y esta era la ocasión en la que podía mostrarlo.

Entré al salón vacío, casi 20 minutos antes de la hora, para cargar mi powerpoint en el computador, ver que todo funcionara y buscar la mejor posición para la silla, el micrófono, el jarro de agua. Nada podía ser al azar.

Poco a poco fueron llegando los profesores: la comisión examinadora, la directora de mi magíster. Poco a poco el minuto de la verdad, ese minuto final por el que había esperado tanto tiempo, se acercaba más. Y yo estaba tranquila, confiada, queriendo empezar mi exposición y contestar las preguntas.

Y llegó el momento. La directora del magíster me presentó ante la comisión junto con el tema de mi tesis, y guardó silencio para que yo empezara a hablar. Tomé un poco de aire, sabiendo que ese era el punto de no retorno del término de este proceso, y empecé, tal como había ensayado tantas veces en las semanas anteriores, con los agradecimientos a la comisión por los comentarios que hicieron a mi tesis.

Hice mi presentación y esperé las preguntas de los profesores, que no eran ni difíciles ni complicadas, o al menos así me lo parecieron. Respondí segura, todas juntas al final. Cuando terminé, me pidieron salir mientras la comisión deliberaba, y al cerrar la puerta tras de mí sentí que lo había hecho bien y que era altamente probable no sólo haber aprobado, sino que obtener una alta calificación.

15 minutos-siglos después, me hicieron entrar. Mientras aún caminaba hacia la silla que había ocupado durante la presentación, la comisión me agradeció la seriedad y profundidad del trabajo, y la calidad de mi presentación, y me dijeron que mi calificación era un 7 unánime. Yo estaba feliz, y en vez de sentarme, caminé hacia los profesores y los saludé uno a unos, feliz y agradecida por lo que acababa de pasar.

Trabajé duro, en serio y con dedicación en mi tesis y durante todo el magíster, pero un 7 era algo difícil, que no sucede muy a menudo, y yo me lo había ganado.

Qué felicidad! Qué descanso! Qué satisfacción más grande! Tenía que decírselo al rucio, tenía que llamarlo! Después de la foto de rigor con la comisión y la nueva Magíster, para el diario mural de la Universidad, corrí a marcar su número en mi celular, pensando en cuán nervioso estaba él, en Alemania, esperando los resultados del examen.

Quería hablar con él, escuchar su voz y su alegría, quería decirle lo bien que había salido todo, lo feliz que estaba y la celebración que iba a tener esa tarde, después de la oficina, con mi familia y mis amigos. Quería darle las gracias por estar conmigo en este momento, donde los ciclos se cierran y el futuro se abre, para empezar a pensar en los nuevos ciclos.