miércoles, 20 de agosto de 2008

Bufandas y calcetines

La emoción

No lo podía creer. Simplemente era impresionante.
-Es la mejor historia que he escuchado este año, y probablemente el anterior –le dije aún muy sorprendida, y genuinamente emocionada.
-Sí, a toda la gente que se la cuento le parece mentira, pero te juro que pasó tal cual.
-Si a mí me pasara algo así, sabría que tengo una misión en la vida, que hay una fuerza superior, no sé, un Plan Maestro.
Él sólo se rió y me miró con cara de “no será mucho?”- Claro! – insistí- ese es el tipo de cosas que te hace sentir especial, con un sentido, privilegiado, bendecido incluso. Él solamente siguió riendo, y yo supe que por mucho tiempo iba a recordar la historia de los calcetines de su padre.

La historia

“Resulta que un día, hace años, fuimos con mi familia a la playa, a Viña. A mi papá nunca le ha gustado mucho esa onda, y como gran cosa, se sacó los zapatos y los calcetines para andar a pata pelada. Nosotros jugamos, nos bañamos y estuvimos un buen rato, mientras él con mi mamá se quedaron en las dunas.
Cuando ya nos íbamos, mi papá buscó sus calcetines, que eran uno de sus pares regalones, porque tenían impreso un logo de la marca, que justo coincidía con las letras de sus iniciales. Pero no los encontró, así que se fue refunfuñando, muy enojado y sin calcetines.
Al año siguiente volvimos a la misma playa, y mis papás se volvieron a quedar en las dunas, pero con mi hermano empezamos a molestar a mi papá que no se sacara los calcetines, que se le iban a perder y fue tanto lo que se enojó, que empezamos a decirle que íbamos a buscar sus calcetines perdidos, que se los íbamos a devolver.
Entonces, con las palas y los rastrillos empezamos a buscar. No buscábamos en realidad, jugábamos y hacíamos como que estábamos convencidos de que los íbamos a encontrar, para que mi papá no siguiera enojado.
Entonces, mi hermano hizo un hoyo y de repente sacó algo, de color azul marino y del porte de una pelota de tenis. Eran un par de calcetines enrollados sobre sí mismos, como cuando uno los guarda en el closet. Los abrió y efectivamente, eran los de mi papá, con las letras de sus iniciales!!!!
Nadie lo podía creer. Ni siquiera él”.

La bufanda (Justo antes de todo lo demás)

-Ojalá que esté bien, con alguien que la quiera y que la use mucho- le dije resignada a mi amigo, mientras me aseguraba el cinturón de seguridad de su auto, luego de haber buscado debajo del asiento, el último lugar donde podía haber estado mi bufanda.
-Ojalá. Piensa que alguien llegó contento a su casa porque tiene una bufanda nueva-me dijo.
-Sabes? Es curioso. Sólo he perdido dos bufandas en la vida, y las dos eran verdes.
-Sí? Qué raro eso.
-Debe ser una especie de sino trágico con las bufandas de ese color. De verdad, ojalá que la persona que la tenga ahora la aprecie y le ponga perfumes ricos…ella estaba acostumbrada a eso.
-Pero puede que la encuentres algún día, cuando vuelvas a ir al cine, o a la farmacia, o al Dominó- me dijo, enumerando los posibles lugares en los que perdí la bufanda.
-No creo…
-Oye, esas cosas pasan. Te voy a contar una historia que le pasó a mi papá hace años, que seguro te va a hacer sentir mejor.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Llegó la primavera (?)

Segundo acto: la confirmación

Paseo Huérfanos, 7 de la tarde. La vida es una pasarela y yo camino rumbo a las liquidaciones, mi nueva frívola diversión mientras estoy de vacaciones del magíster y no tengo que cargar libros, fotocopias ni nada que pueda impedirme llevar una bolsa con el logo de alguna multitienda en cada mano.
Semáforo en rojo y lo veo al otro lado de la calle: uno de mis últimos pretendientes, que describiré escueta y cruelmente: no muy agraciado, ni muy entretenido, ni muy simpático, ni muy inteligente, y que quedó descartado pese a que me di una oportunidad con él (no entiendo por qué seguimos haciendo esas cosas, si nunca resultan…). En fin, ahí estaba él, al otro lado de la calle, de la mano con una chica preciosa, de pelo largo y un abrigo maravilloso que fue lo único que despertó mi envidia.
¡Emparejado! Es que no pude creerlo. No es que pensara que por poco agraciado, poco simpático y poco inteligente se iba a quedar soltero eternamente, pero de todos modos la visión me dejó inquieta. Probablemente porque me confirmó que esta situación ya era una tendencia.

Primer acto: el ex emparejado (5 días antes)

Con mi ex pololo ahora amigo todo ha andado muy bien. Salimos, vamos al cine y vemos películas de terror, uno de nuestros gustos compartidos e inconfesables, y como por fin entendí por qué lo quise y por qué estuvimos juntos pese a nuestras abismantes diferencias, la amistad se nos ha dado bastante bien, contra todos los pronósticos.
-Tengo que decirte algo- me dijo muy coqueto la última vez que nos juntamos.
-Qué?- confieso que temí por un instante un atisbo de revival…
-Estoy saliendo con alguien.
Y me contó los detalles de su nueva relación que lo tiene muy contento, y que a mí me puso contenta también, porque es un buen tipo y se merece todo lo bueno que le pase.
-Pero no te enojas? Como nunca hablamos de estos temas ahora que somos amigos…-me dijo algo complicado.
-Para nada! Si es obvio que nosotros somos amigos ahora, además, me alegro demasiado que estés con alguien, contento y feliz.
Y fui sincera. Me dio demasiada alegría. Por él y por mí, porque si efectivamente llegó la primavera y la gente se está emparejando, es posible que –por fin- me toque.