Tercer acto
lunes, 20 de mayo de 2019
Un mes
Tercer acto
viernes, 10 de mayo de 2019
Dulce Patria
martes, 7 de mayo de 2019
Miss Sapphire-Simpson
Respiro, pienso, y trato de ponerlo todo en un solo párrafo: Me fui de Chile el 2011 siguiendo al rucio, el alemán del que me enamoré. Nos casamos el 2013, terminé mi master, hice mi práctica en la ONU en Nueva York, la vida era perfecta. Con mi marido-el-rucio nos fuimos a vivir a Austria, porque le ofrecieron la pega de sus sueños. El principio del fin: Mientras yo tenía problemas adaptándome, vivía por deseos de él en un lugar que no me gustaba, y tenía una pega que no disfrutaba, él se sumergía más y más en su trabajo y me dejó sola con todo lo que me pasaba. Me incumplió el contrato: Él dijo “en las buenas y en las malas”, y solo estaba para las buenas. Yo compensaba todo eso viajando sola, como si con tickets de trenes, boarding passes y reservas de hostales en los sitios más curiosos de Europa pudiera tapar el tremendo hoyo que tenía en el pecho. El 2018 fue darme cuenta de todo eso, tratar de revertirlo a toda costa, y cuando ese plan también falló, tomar decisiones radicales: Me separo, vuelvo a Chile, a la chucha todo. No sé cómo ser infeliz, pero sí sé cómo empezar de nuevo. En Chile, me esperaba mi abuela agonizante de cáncer pulmonar, que se murió mientras yo le sostenía la mano, temprano en una mañana de febrero de 2019. Terremoto larguísimo. Doctorada en pérdidas.
Me han dicho que con lo que he pasado, cualquiera se hubiera vuelto medio loca. O quizás ya estoy loca y no había ningún otro lugar a dónde ir. Tres meses después del fin de este movimiento telúrico de más de un año, de este huracán fuera de la escala Sapphire-Simpson, aún siento que no estoy en mi 100%. Pero bueno, ¿quién lo estaría?
viernes, 3 de agosto de 2012
Casi un año extrañando Los Andes
Han pasado tantas cosas en estos dos meses que no sé bien por dónde empezar. Quizá por lo menos obvio: Extraño los Andes.
El rucio me irá a visitar (aunque en realidad su sueño de deportista dominguero es hacer jogging en Central Park…), y por mientras, como hemos hecho durante todos estos meses, disfrutamos de estas juntos y de la suerte que tenemos de que todo vaya tan bien para nosotros.
Casi un año aquí, extrañando los Andes, y repitiéndome cada día que venirme de Chile fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
lunes, 22 de agosto de 2011
Cotidianeidad
El rucio me contó emocionado, casi con la voz temblando. “El 1 de septiembre va a crecer mi familia, y no sólo porque llegas tú”.
Efectivamente, ese día aterrizo en Alemania, en mi nueva vida, en esta etapa llena de felicidad y de ilusiones, y sólo con pasaje de ida.
Pero ese día llegarán dos personas más, los hijos de la hermana del rucio. Ella espera mellizos, y le dieron hora para la cesárea el 1 de septiembre.
“Vamos a tener que irnos del aeropuerto al hospital”, le dije. Y nos abrazamos. El mismo día que llego a Alemania vamos a ser tíos”.
Tercer acto: SMS
Fin de semana de limpieza de la casa, de lavado de ropa, aspirado de piso y limpieza de baño (con la que siempre he sido cuidadosa, rayando en la manía), cuando siento un mensaje llegando a mi celular.
El rucio lavaba la loza del desayuno y yo caminé hasta la pieza, donde mi celular yacía junto a la montaña de frazadas que esperaban el cambio de sábanas en la cama, y lo abrí.
El remitente era Tobi, que lavaba la loza en la cocina. “Raro-pensé-, quizás sea un mensaje que se demoró”. Y al abrirlo todo quedó claro. Era un SMS breve, que simplemente decía “Mi amor, quieres venir conmigo a Alemania, a vivir conmigo en Konstanz? Por favor di que sí!”
Y aunque todo ha sido consensuado, aunque ya es un plan y ya está todo listo, no pude sino emocionarme. Y se me llenaron los ojos de lágrimas mientras él, secándose las manos con un paño de cocina, entró a la pieza con su sonrisa de sol y me dijo “por favor di que sí!”
Y yo por supuesto que dije que sí.
Primer acto: Lo mejor de mí
Primer lavado de ropa juntos. La vez anterior fue un poco caótica, porque al parecer el algodón de los jeans alemanes es un poco más sensible al calor, y al seleccionar el programa de mayor temperatura en la secadora, le arruiné al rucio uno de sus jeans. Encogió tanto que ni siquiera me queda bueno a mí.
Entonces esta vez bajamos los dos a la lavandería. Yo quería que él eligiera la temperatura para quedar eximida de culpas si algo pasaba. Todo iba bien hasta que volvíamos al departamento para preparar la cena, y le pedí al rucio que abriera la puerta. “No traje llaves”, me dice. Damn, yo tampoco. Estábamos afuera.
El primer intento fue emular a los ladrones o detectives que abren puertas con tarjetas de crédito. Resultado: Destrucción total de mi RedCompra.
El segundo intento, ayuda del Conserje mediante, fue utilizar una lámina de plástico, cortada de una botella de agua mineral. Sólo conseguí romperme una uña.
El tercer intento fue aquel por el que debimos empezar: Buscar un cerrajero. Y ahí figurábamos los dos, caminando por la calle con pantuflas y polera, cuando debíamos haber tenido al menos una chaqueta. El rucio me pedía perdón por no haber sacado sus llaves, y yo me reía un poco, porque al final, la situación era graciosa: Un alemán y una chilena muertos de frío, hablando en inglés y caminando con pantuflas por la calle,mientras nos sobábamos los brazos para combatir el frío.
Por suerte encontramos un cerrajero que se rió un poco de nosotros, nos acompañó al departamento y nos abrió la puerta en 5 segundos. Las mejores 10 lucas que he gastado en mi vida.
Una vez adentro, y comiendo una pizza que encargamos para terminar el día, me di cuenta que lejos de enojarme por la situación, o de poner mala cara -lo que de seguro hubiera hecho en cualquier otra compañía-, me lo tomé con Andina y traté de buscar una solución.
Y me di cuenta que por suerte, el rucio saca lo mejor de mí.
martes, 9 de agosto de 2011
Pareja normal
El ruido del ascensor me despertó. Deben haber sido las 3 o 4 de la mañana, porque estaba oscuro, pero yo tenía la sensación de haber dormido algunas horas.
Me desperté porque desde que vivo en la casa de mis papás, no estoy acostumbrada a escuchar el ruido de ascensores a medianoche, y me asusté un poco. ¿Dónde estaba?
A media luz, la pieza me pareció un poco rara. En primer lugar, por la ubicación y los cuadros, y en segundo lugar, por la TV de 32 pulgadas que vi frente a la cama, que además era de dos plazas...la mía es de una y media.
“Yo no tengo tele, ¿Dónde estoy?”, pensé.
Pero al mirar hacia la derecha me di cuenta delo que pasaba, cuando vi su perfil dibujado contra la ventana. Dormía de espaldas a mi lado, y pese a la oscuridad, pude ver la silueta de su frente, su nariz y sus labios.
El rucio está conmigo! Llegó ayer, y nos vinimos directo del aeropuerto al departamento que arrendamos juntos, cerca de Beaucheff, donde viene a trabajar por tres semanas. Está aquí, en Chile, y dentro de unas pocas horas, nos vamos a despertar juntos, a tomar desayuno y salir cada cual con rumbo a su oficina, como tantas parejas normales (esas que he envidiado durante tanto tiempo) hacen cotidianamente sin darse cuenta de la suerte que tienen.
Y por un segundo el alma me dio un vuelco, y me embargó una tremenda felicidad al darme cuenta de que todo era verdad, de que por fin él está aquí conmigo, y que si quería, podía estirar el brazo y despertarlo. Y tocarlo. Y besarlo.
Pero no lo hice. Lo dejé dormir porque de ahora en adelante, voy a poder hacerlo todos los días.
jueves, 4 de agosto de 2011
La temporada de las despedidas
Fui a ver Harry Potter con mis amigas de la Universidad, mis 2 mejores amigas de la vida. Esas que saben todo de mí y que conocen hasta la cara que pongo cuando trato de disimular que algo no me gusta.
Todas las películas de Harry Potter las hemos ido a ver las tres juntas. Es una especie de rito. Cuando éramos universitarias, Ale llegó con el primer libro del niño-mago y desde ahí, ninguna de las 3 pudo resistirse a sus encantos: nos convertimos en voraces lectoras y puntuales peregrinas a los estrenos de cada película. Siempre así, las tres juntas.
Y esta vez no podía ser diferente. Tampoco porque esta película era la última, como una especie de alegoría de lo que va a pasar en poco tiempo. Mientras estábamos en la fila, Ale, la que descubrió a Harry Potter dijo “Se dan cuenta chicas? Posiblemente esta es la última vez que vayamos las tres juntas al cine en harto tiempo!”
Y se me apretó la garganta. Ale tenía razón! Entre los preparativos de última hora del viaje, la inminente llegada del rucio, que viene a trabajar por tres semanas en Santiago-lo que me tiene hondamente feliz-, y las despedidas varias de familia, amigos no tan cercanos y gente de la oficina, probablemente las exiguas 3 semanas y media que me quedan en Chile no me den para otra salida al cine, snif!
Esa fue la primera despedida que he tenido, la del cine con las chicas. Y la disfruté a concho: Me reí con la película, lloré en la parte que Harry Potter invoca los espíritus de su difunta familia con la Piedra de la Resurrección, y aplaudí al final como uno hacía antes en el cine.
Ahora, con ésta, se abre la temporada de las despedidas.